Dieciocho calendarios

25 mar 2018 / 11:30 H.

Dieciocho es un número mágico. Cuando nos alcanza entre las páginas del calendario dejamos atrás etapas que hemos ido quemando a toda velocidad para, al fin, ser dueños de ese destino que nos esperaba.

Ya somos “mayores de edad” y podemos enhebrar nuestra vida según cómo hemos ido absorbiendo las influencias, ejemplos y modelos que la sociedad, el sistema escolar y nuestra familia nos han ido presentando.

El orden en que estos tres factores nos alimentan es voluble y en cierto modo arbitrario. Ni que decir tiene que el impacto familiar es determinante y quiero creer que la educación que recibimos en las primeras etapas de nuestro desarrollo lo es asimismo en grado sumo. De ahí que llegado el momento en que “mis últimos niños y niñas” —aquellos con los que compartía aula y vida cuando el zarpazo miasténico me separó de ellos dolorosamente— llegan a esa edad solemne en que el destino les alcanza, no pueda por menos que recordar los escalones que ascendimos juntos, las miradas que intercambiamos, las luces que encendimos, las neuronas que entrelazamos, el mundo que descubrimos, los problemas que resolvimos, la cultura que cimentamos, los valores que afianzamos, las nubes que disipamos, los colores que perfilamos, los sonidos que compusimos y los días, en suma, en los que conjugamos juntos el verbo crecer.

Mes a mes, Alejandra, Carmen, Rafael, Andrés, Cristina, Miguel, Alba, Alicia, Alejandro, Marina, David, Elena, Sergio, Alfonso, Mari Carmen, Azahara, Lorena, Miriam, Jesús, Laura, José o Andrea se han ido incorporando a esos dieciocho años que les dan la llave de su propia historia y a todos ellos, aparte de felicitarles, quiero hacerles retroceder a aquel tiempo en que les escribí: “La próxima vez que cumplas nueve años / Ya serán, no lo olvides, dieciocho./ Mirarás al mundo desde más arriba / Y habrás apurado ya la otra mitad / Que aun te falta para poder gritar / Que eres al fin mayor de edad. / La próxima vez que cumplas nueve años / Habrás, quizá, guardado / En el fondo del baúl de la nostalgia / Aquellas libretas que llenaste / Con el soplo primero / De empezar a saber a nuestro lado. / Pero esta vez, que es la primera, / Has de disfrutarla para siempre / Y aprovechar el tiempo con cuidado. / Es crecer una aventura complicada / Aunque la vamos viviendo sin fijarnos / Pues quizá el tiempo corre demasiado”.

No me cabe duda de que os enfrentáis a esa nueva andadura con el paso firme y las esencias “puestas”, con los valores en guardia. Merecéis que el mundo que imaginasteis desde aquellas aulas sea el vuestro, que el futuro se vista de realidad según vuestro propio diseño, que el horizonte no quede más allá de vuestro brazo. Tenéis entre las manos conseguirlo.