Diciembre en Jaén

12 dic 2017 / 09:26 H.

Todo está cambiando a marchas forzadas, más lo que cambiará si no se le pone remedio al despropósito. El cambio climático, más otras prácticas basadas en la eliminación insecticida y herbicida están siendo la espada de Damocles que corta la hoja de una margarita en dos mitades. Nunca se vieron en Jaén las gaviotas marinas en los vertederos picoteando en los restos de comida sobrante. El mirlo o el alcaraván, negros como el azabache brilloso de la noche lunera, y con sus picos amarillos, se han hecho vecinos permanentes de nuestros jardines arboleados. Los cernícalos están pendientes de los canarios y jilgueros enjaulados, a los que picotean sus indefensos cuerpos para comérselos en un santiamén. Sí. Los grajos de nuestra Catedral e iglesias tienen otros afanados competidores que luchan por vivir cada día. Los gorriones, asustadizos y desconfiados porque la acción del hombre es imprevisible, ven peligrar su hábitat ante la masiva presencia de otras aves que huyen de los peligros causados por las prácticas indeseadas en las labores de la agricultura.