Día primero

19 feb 2018 / 08:35 H.

Un año más compartimos el Septenario al Cristo expirante. Pero no estás, Luis Escalona. Por eso evoco tu ausencia. Te relevo como indigno sucesor de tu sentida ofrenda anual, en estas páginas. De ese lirio cárdeno, siete veces florecido, plantado tantos años al pie de la cruz de un inocente que, mirando al cenit, lleva a Jaén en los labios en un postrer suspiro de amor. En su gesto agónico, extraviado pero limpio, laten todas las ansiedades de esta tierra. Él habla en nuestros silencios. “Padre perdónalos que no saben lo que hacen”. Quedamos, en su grito, exonerados de culpa por tanta ignorancia disfrazada de falaz sabiduría; la prepotencia típica de unos tiempos equívocos. Por eso, en mi primer lirio, te recuerdo una vez más, Luis, nazareno fiel de hábito morado y blanco, gafas inquisidoras a través del ojal del caperuz, cofrade modélico. Luis, caminante de paso cansino, aunque firme, fiel escolta del varón de dolores; la belleza crucificada de la que todo Jaén está enamorado. En el templo nos parecerá verte allí, retoñado entre nosotros, sedente en la nave del evangelio, con tu perpetua sonrisa; corbata morada, devocionario en ristre; expresión boquiabierta abatida sobre el prodigioso altar de cultos donde expira el Señor de los señores. Este lirio no lo planto yo al pie de la cruz redentora. Lo haces tú, jardinero de luz en un reino de amor y justicia. Nosotros, que te perdimos sin poder sustituirte, cantaremos la centenaria coplilla, recordándote, Luis, sembrador generoso de pasiones cuaresmales en el recuerdo de la muerte de Cristo, alumbrando candelas celestes, en esta ciudad de ensueño. Ningún cofrade puede faltar a esta cita. Un jaenero, tampoco debiera hacerlo. Pues esta liturgia penitente es Jaén en estado puro.