Día de la Constitución

    06 dic 2019 / 12:05 H.
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    Han pasado ya 41 años desde el 6 de diciembre de 1978, una fecha muy importante en la historia de España, porque ese día el pueblo español ratificó en referéndum la Constitución aprobada por las Cortes. Hoy por tanto todos deberíamos de celebrar esa efeméride que marcó el inicio de una nueva etapa de libertad y progreso en nuestro país. La realidad que vivimos en esta época debería ser un motivo de profunda reflexión sobre la situación política, económica y social en la que estábamos en aquellos años y la que tenemos ahora después de ese período de tiempo e historia que ha transcurrido en paz y progreso gracias en gran medida a la Constitución vigente desde ese día. Con esta reflexión se podría valorar en su justa medida, la labor de consenso y visión de futuro que nos legaron aquellos políticos que, en una etapa convulsa de nuestra historia reciente, a base de trabajo, cesiones muchas veces en posiciones encontradas y buen criterio de Estado lograron alcanzar un consenso y redactar una Carta Magna que es el pilar en el que hoy en día se sustenta la convivencia en España. Como resultado de este análisis quizás todos los españoles podríamos llegar a conclusiones más que positivas sobre el tesoro que representa tener un marco jurídico que, aunque no guste del todo a todos, sí nos permite vivir y progresar en paz, y además nos marca el camino correcto para avanzar y reformar aspectos y partes de ella que se consideren necesarios a través de un procedimiento establecido de forma clara en el Título X. Como preparación para hablar de este asunto y dado que no soy un hombre de leyes, buscando información en internet encontré un artículo publicado el 05-12-2018 en la web de “Europa Press”, titulado: “Así nació la Constitución Española de 1978”. Considero muy instructivo el contenido de dicho artículo porque explica de forma breve pero muy acertada cómo se gestó la Constitución actual y pone en valor el esfuerzo de todos los españoles, representados en esa noble tarea por siete hombres de diferentes sensibilidades políticas, cuyos nombres me permito recordar (Gabriel Cisneros, Miquel Roca, José Pedro Pérez-Llorca, Miguel Herrero de Miñón, Jordi Solé, Manuel Fraga y Gregorio Peces Barba), capaces de llegar en ese momento tan delicado de nuestra historia a un consenso político con el que se ganaron con creces el apelativo de “padres de la Constitución” y nos legaron un modelo de convivencia. Los entresijos, avatares y resultado de la ardua tarea que ellos realizaron, deberían ser un ejemplo para todos y tomado como modelo a seguir por aquellos políticos que hemos elegido por cuarta vez en los últimos cuatro años.

    Las tensiones territoriales debidas a los nacionalismos independentistas que padecemos hoy, agravadas por la deslealtad constitucional de varios gobiernos autonómicos, se derivan del desarrollo normativo y aplicación práctica de lo que se ha dado en llamar el Estado de las Autonomías, que se sustenta en el artículo 2 del Título Preliminar y el Título VIII de la Constitución que comprende los artículos 137 al 158 inclusive. Los siete padres de la Constitución citados no alcanzaron a ver o no llegaron a un consenso eficaz que estableciese un límite a esa deslealtad constitucional de los propios representantes del Estado en algunas comunidades. Esto hace que ahora se hable de reformar la Constitución en uno u otro sentido, llámese Estado federado o recuperación de los poderes autonómicos por parte del Estado, este es el problema al que ahora nos enfrentamos.

    El talante político, la altura de miras y el sentido de Estado de los siete hombres que redactaron la Constitución es ejemplar, por ello esos políticos con mayúscula junto con otros muchos del tiempo de la Transición deberían ser el espejo en que se mirasen las gentes de poca valía y larga ambición (sálvese el que pueda) que pululan hoy en día por los pasillos del Congreso y el Senado. Si estiman que es imprescindible reformar la Constitución, informen al pueblo, debatan con generosidad y altura de miras, logren un consenso aceptable por la mayoría establecida en el Título X y no olviden en el camino el Artículo 2 de la propia Constitución, que en su redacción actual habla de la indisoluble unidad de la nación española.

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