Desmemoria española

13 jul 2017 / 11:58 H.

Conocernos colectiva e individualmente es una tarea difícil que solemos esquivar frecuentemente, olvidando nuestra historia personal y nuestra historia colectiva. Con demasiada frecuencia transformamos los hechos y maquillamos las narraciones, unas veces por necesidades individuales y otras por las “generales”. Tenemos demasiada facilidad para olvidar lo que no nos interesa que, si bien es un derecho individualmente hablando, no lo es cuando tratamos de quitar importancia a las personas y a los acontecimientos.

Corría el año 1977 cuando afortunadamente en España, el 15 de junio, se formaron las primeras Cortes Constituyentes que ponían las primeras piedras de una democracia naciente, débil como cualquier recién nacido y delicada a más no poder. Tenía el respaldo de mucho pueblo y el rechazo de una buena parte —y poderosa— del pueblo también.

Ahora hemos tenido la fortuna de poder celebrar los actos conmemorativos de los cuarenta años de Democracia en España, que con muchas luces y sus sombras, han hecho que este país se sienta orgulloso de su Transición política (bastante valorada fuera de España), y denostada desde hace ya tiempo en casa. La historia está para vivirla, contarla y en el peor de los casos, olvidarla (según los hechos acontecidos). Llevar la ausencia de Juan Carlos I de España en los actos de Conmemoración de las Primeras Cortes Constituyentes a un hecho protocolario es una excusa, además de ridícula, difícil de creer. El hecho reviste gravedad. Y no se trata de ser monárquico, republicano, o viceversa. Si la ausencia del Rey Emérito en el acto principal de la conmemoración ha sido a instancias de la Casa del Rey, ¡¡malo!! Si lo ha sido a instancias del Parlamento, peor.

El asunto tiene sus oscuridades y de hecho lo único que ha trascendido es el malestar del monarca y poco más. Un cierto revuelo mediático como es lógico. Críticas y extrañeza de algunos, y de una mayoría preocupante comentarios que nacen desde la ignorancia y poco más.

Seguramente mi generación no ha sabido transmitir debidamente lo que fue y supuso transitar desde una dictadura a una democracia tras casi cuarenta años de Régimen franquista. De ahí pudiera resultar que muchos españoles ignoren que la figura y los hechos de Juan Carlos I de España tuvieron una importancia vital y crucial para la apertura del país. Como también quedó de manifiesto la noche del 23 de febrero de 1981, en la que España no se acostó hasta que salió el Rey (Emérito ahora) apoyando y defendiendo la nueva andadura política. La monarquía en esos momentos jugó un papel importante que vino a suavizar ese tránsito. Querida no era, pero se hizo de respetar, y hasta de querer. De hecho, durante una larga etapa había quienes se declaraban juancarlistas que no monárquicos.

Seguimos siendo una monarquía-parlamentaria y mañana pudiéramos ser una república y no pasa nada, pero entre tanto cuando en las Cortes Españolas se conmemoran los cuarenta años y en el acto están todos aquellos parlamentarios vivos y personalidades que hicieron posible una transición en paz, yo como española e hija de mi generación eché en falta a uno de los actores principales en aquel momento: el Rey Juan Carlos I, que hubiese cabido con protocolo y sin él en el palco al lado del Rey Felipe VI.

No se trata de juzgarlo. Se trata simplemente de poner a cada persona en el lugar que le corresponde, en el momento de la historia que le tocó protagonizar.