Desde 1876

07 may 2019 / 16:35 H.

He asistido hace poco a una ponencia sobre nuevos métodos de enseñanza en la que se reivindicaba la labor del profesor como guía del aprendizaje; sin libros de texto; con igual importancia para las ciencias, las letras, las artes, los idiomas y el contacto con la naturaleza; sin “deberes” y con especial relieve a la expresión del pensamiento, en forma oral y escrita, más aún, con predominio de la expresión oral, en lengua materna y en lengua extranjera. Ideas escuchadas por el auditorio con diversidad de posiciones: Desde el entusiasmo al escepticismo más reaccionario. Se subrayaba la importancia de la práctica real de la evaluación continua sin olvidar que la enseñanza es factor de igualdad de oportunidades y que ha de conseguir que la compensación de las desigualdades sea una realidad. Alguien podía estar considerando lo revolucionario y utópico del método. En la conclusión, la ponente, investigadora entusiasta y ejemplo de que las mujeres hemos conseguido que lo imposible sea cotidiano, expresó el fundamento de los principios que estaba enunciando: El ideal pedagógico de Francisco Giner de los Ríos, fundador entre otros, de la Institución Libre de Enseñanza. En el lejano año de 1876.