Del BlablaCar al Wallapop

15 oct 2016 / 11:42 H.

Del título de este artículo, alguien podría pensar que hablamos del último baile de moda que suena en las casetas más ruidosas de la feria. No es así. Como saben la mayoría de los lectores, estos vocablos anglosajones, se refieren a alguna de las muchas aplicaciones digitales más populares y utilizadas, principalmente entre los más jóvenes, y que está suponiendo un cambio cultural y económico en los hábitos de consumo. De un tiempo a estos días, se ha vivido un fuerte incremento de la denominada economía colaborativa o consumo colaborativo. En realidad no es nada nuevo. Consiste en la interacción entre varias personas para satisfacer necesidades comunes. Es decir, lo que no me lo ofrecen o demandan los agentes económicos, lo encuentro en mi vecino. “Que me falta sal, pues llégate al vecino y le pides un salero, y de camino, que te devuelva el taladro que le dejé el otro día”. El incremento de este tipo de “colaboraciones” se debe principalmente a dos factores. Por un lado, estamos ante la consecuente reacción de los consumidores a la crisis económica, que ha mermado el poder adquisitivo, y por tanto, ha agudizado el ingenio para abastecerse de bienes y servicios a menor coste. Y por otro, el avance de las plataformas digitales, que ha permitido una democratización del uso de las nuevas tecnologías, destacando los “smartphones” o teléfonos conectados a internet. Estas plataformas digitales, abiertas y dinámicas, han permitido la interacción entre usuarios que actúan con el rol simultáneo de comprador o vendedor. Cuanto mayor sea el número de usuarios, más valor tiene esta aplicación, y más flujos de economía colaborativa generan. Uno de los ejemplos de esta economía es “Blablacar”, aplicación de servicio de vehículo compartido, que hace posible que personas que quieran viajar al mismo lugar puedan organizarse para hacerlo juntos. Permite compartir los gastos y como efecto indirecto, evita la emisión de gases nocivos, pues genera una mayor eficiencia energética en el uso de cada vehículo. Lo que siempre hemos conocido como el temido “autostop” ahora se llama “blablacar”, y está de moda. La diferencia está en la confianza. Gracias a estas aplicaciones se genera un sistema de evaluación entre usuarios, por el que adquieren una reputación, y con ella la confianza para llevar a cabo la actividad. Con “Airbnb” se puede compartir habitación en casa, convirtiéndose en la mayor cadena hotelera del mundo. Con “Trip4real” promueve actividades culturales en grupo, y “Vizeat”, comidas. En “wallapop”, puedes intercambiar bienes de segunda mano. Se evoluciona de un capitalismo industrial a una economía colaborativa, en el que adquieren protagonismo los “prosumidores” (productor-consumidor), donde la reputación prevalece sobre la publicidad, y en el que la obsolescencia programada, se sustituye por la reutilización de bienes, dando valor a experiencias personales. Estamos ante un modelo de negocio que se mueve por la confianza y no por el dinero; y donde el uso de las cosas, vence a la propiedad. Me pregunto, ¿y en Jaén?, ahora que empieza la campaña de recogida de aceituna, ¿no sería posible una aplicación para optimizar la sobreinversión que muchos productores tienen de maquinaria?. No es una idea descabellada, pues en este sector de oleicultura se invierte en exceso en maquinaria infrautilizada, y poco en comercialización e innovación. ¿Qué nombre le pondríamos a la “oleoaplicación” de economía colaborativa? ¿“Bla-vara-car”? o ¿“vibrapop”? o tal vez, ¿“Viztalegaeat”?