Deconstruir en apenas siete días

27 ene 2017 / 12:19 H.

El balance de las primeras siete lunas en las que las posaderas de Donald Trump descansan en el sillón del Despacho Oval no puede ser más triste y desesperanzador. Sus amenazas directas a los periodistas por discrepar del respaldo popular a su ceremonia de investidura; los ataques a las feministas por salir a la calle y protestar; la firme decisión de levantar un muro en la frontera con México y que sea este país el que lo pague, así como repetir como una negra letanía que el cambio climático es un invento de rojos y antipatriotas. Por si faltaba algo, ayer nos desayunamos con su firme convicción de que la tortura es el mejor método para lograr confesiones de los terroristas. Bajo la promesa de “hacer grande” de nuevo a EE UU, amarra fuerte la bandera del odio y pega una patada a los que creíamos consolidados cimientos de la sociedad para encaminarla hacia un preocupante proceso de involución en el que el fin siempre justifica los medios. Las reglas del juego las pone él y no le importa sobrepasar las líneas rojas que parecían estar más que superadas en nuestro mundo “civilizado”. Se equivocaron —por el momento— quienes preveían que el empresario perdería fuelle al llegar a la Casa Blanca. El comienzo, al menos, aterra.