De elecciones

25 ene 2016 / 09:41 H.

En las clases del primer curso de Infantil del CEIP María Zambrano estamos de elecciones a mediador, o “alcalde presidente” como ellos dicen. Tienen tres años y ya saben que un alcalde como el de “El flautista de Hamelín” que no sirve al pueblo y que le roba no es un buen alcalde. Han reflexionado con honestidad sobre cuáles son las cualidades que necesitan para serlo, lo han debatido en equipos, han escuchado alabanzas y críticas los unos de los otros, se han puesto de acuerdo por “equipos-partidos” para proponer candidatos que han hecho, claro está, campaña; y como ciudadanos que ya son hoy, y no sólo del mañana, han votado en secreto y han abrazado con alegría a la alcaldesa electa. Por el bien de todos, para vivir más felices, con alguien que les ayude a consolarse cuando tienen penas, que los cure con las manos, que escuche sus problemas, que les dé voz por turnos para llegar a acuerdos, que les brinde herramientas para la concordia y la solidaridad. Ser no para ganar sino para servir. Porque la cultura de la democracia se cultiva, se entrena y se vive, mejor desde la tierna infancia. Porque la ciudadanía es mucho más que el nombre de una asignatura que se usa como moneda de cambio en política, es una identidad. Para que mañana no voten en blanco ni se abstengan, y entiendan el voto no sólo como un derecho sino como una necesidad para la vida en grupo. Para que den lecciones de acuerdo y diálogo a nuestros líderes y les muestren que hay que mirar también con la mirada del otro. Por la honestidad y el bien común, contra la corrupción y la insolidaridad. Porque la escuela tiene que educar para la vida, y por tanto para la sociedad y la democracia, para alumbrar el espíritu crítico y las nuevas ideas. ¿Hacia dónde estaba mirando en estos casi 40 años el sistema educativo para que los herederos de la transición nos hayan llevado a estos lares? ¿Para que nos coman los ratones, se nos metan por los perniles y no haya modo de acabar con esta plaga?