Cuestión de prioridades

18 feb 2019 / 18:04 H.

El amor, ese sentimiento que nos turba y nos provoca, que nos hace ver lo blanco negro y lo imposible fácilmente alcanzable. Esa emoción que nos inspira y nos motiva y de la que beben los grandes escritores, filósofos, músicos y pintores. Magia que hace dudar a aquellos que se jactan de su seguridad y torna en arrojados a los más introvertidos. Llega cuando menos se le espera, sin respetar la edad, como una dulce criatura que nos conmueve y nos trastorna hasta no saber si hemos pactado con Dios o con el diablo. Y es que el amor actúa como una droga en nuestro cerebro, liberando serotonina y dopamina, sustancias que nos provocan un subidón de narices. Así, al alcanzarnos la famosa flecha, nos sorprendemos llenos de energía y con una percepción demasiado optimista de la realidad. Pero, como todo en la vida, esto también tiene truco y es que, cuando el torrente químico afloja su caudal, el sentimiento se hace perentorio y aparece lo que se conoce comúnmente como desamor. A unos les toca sufrir y a otros, sencillamente, descansar. De todo se harta uno... y a la hora de la verdad, y dejando aparte melindres y lisonjas, son mayoría los que afirman que vale más rica cazuela que guapa mozuela. Cuestión de prioridades.