Cuestión de buscar asiento

29 jul 2017 / 11:11 H.

Siempre hay una primera vez para todo. Aquel Partido Popular que, centrado para todos los públicos, hizo bandera de la lucha contra la corrupción tiene hoy el dudoso honor de llevar a un presidente del Gobierno en ejercicio a testificar por un caso de corrupción. Mariano Rajoy, con sus ya conocidos regates en corto, “galleguiñas”, poco juego brindó para conocer quién controlaba las entrañas de un partido en el que la corrupción tenía reservada plaza de garaje, despacho y secretaria. Aunque se le vio cierta soltura en el trance jurídico —nació para el plasma— reconoció, pasado el berrinche, que necesitaba un “acto bonito”, como el de la entrega de medallas al mérito al trabajo, para destensar de tantas preguntas sin respuesta. Por contraposición podemos interpretar que su declaración ante el juez le parecería un “acto feo”. En eso estamos de acuerdo, puede haber cierto consenso entre los atribulados ciudadanos. Los votantes del PP no entendieron que tuviera que pasar por el estrado y el resto no acertó a comprender para qué fue si no sabía nada. ¿Y cómo se puede llegar tan alto si estás en Babia? se preguntarán. Aun a riesgo de parecer zoquete, él se refugió en que solo sabe de política. Su saber, en este sentido, es enciclopédico a tenor de su fiabilidad y la paciencia tibetana con la que deja caer al rival. Sin duda cuando se retire nuestro presidente tendrá, al menos, dos opciones: colaborar con el “Marca” (aunque ante el magistrado no alardeara de deporte, sabe también mucho) o retirarse a un pazo y reescribir “La Política” de Aristóteles que requiere una actualización urgente de las relaciones entre ética, política y paraísos artificiales. Mientras tanto, de su comparecencia se pueden extraer ciertas conclusiones. Si dejas que la corrupción entre por la puerta, el polvo lo cubrirá todo y la ética saltará por la ventana. Ese dejar hacer y dejar pasar el tiempo tan marianista tiene también su cruz. Como mínimo, es una hipoteca que ya paga la nueva hornada de líderes populares. Aquella primigenia virginidad corrupta es historia en su partido que se ha convertido en una casa de... dudoso orden. En el mismo sentido otra conclusión de su intervención: Rajoy necesita un “pelao”. En eso también puedo estar de acuerdo con mi peluquero. Consenso de verano.

De lugares estratégicos donde sentarse trató también la semana política del PP en Jaén. Miguel Moreno emprendió hace unos meses una batalla desigual contra la estructura de su partido. En principio pensó que lo haría con total garantía, que su partido velaría por una contienda honorable. Con el paso de los meses, vio que no, que el aparato era un molino gigante y él un quijotesco alcalde de Porcuna al que cada vez le faltarán sanchos con los que recorrer estos caminos de Dios. Pasadas las páginas de la convulsa elección de Juan Diego Requena como nuevo presidente del Partido Popular en Jaén, las afrentas son cuentas pendientes que se cobran a plazos. Purga, purguitas y pulgones. A los expedientes abiertos y notificados a militantes que dieron “la nota”, se une ahora el distanciamiento preventivo de los compañeros de partido que no guardaron la ortodoxia debida. Los discrepantes sufren una especie de sarna política de la que conviene alejarse. Ni a los viejos ni a los nuevos partidos le gustan las voces disonantes y menos que cuenten las verdades del barquero en cada comparecencia pública. Eso no es tendencia.

No hace falta ser Maquiavelo para para sacar rédito del divide y vencerás, otra cosa es la sutileza con la que se hace y las ganas con las que se prestan al juego. Las liberaciones en la Diputación Provincial, por ejemplo, de Jesús Estrella; dietas y otros pagos a ediles es el grifo que se corta para los disidentes. En el pleno del miércoles en la Diputación, Miguel Moreno decidió escenificar su hartazgo, sentándose entre el público. El espectáculo continuará para regocijo de un PSOE provincial que lo único que pide es pipas y otra ronda entre acto y acto.