¿Cuaresma Santa o Santa Cuaresma?

14 feb 2018 / 09:18 H.

Casi sin darnos cuenta, resonando aún los sentidos de la pasada Navidad, nos llega esta gélida y tempranera Cuaresma, casualidades de la vida coincidente con una de las modernas celebraciones dedicadas al amor. Un tiempo precioso y preciado donde, una vez más, cumpliendo con la tradición de los que nos precedieron, volveremos a mostrar nuestra fe y a Cristo que sale al encuentro, presentando su cruenta muerte, derramando hasta la última gota de su sangre desde Getsemaní en la Oración en el Huerto hasta su depósito en el Sepulcro. Cuarenta días en los que cofrades y cofradías seremos responsables directos de nuestros comportamientos y resultados. Cientos de ojos —aún dentro de nuestra propia Iglesia— estarán pendientes de todos y cada uno de los gestos a realizar. Pasados ya en el tiempo los avatares del Concilio Vaticano II, que tan tocadas dejaron a las propias estructuras cofrades, o incluso la Transición Democrática que intentaron desvirtuarnos para su propio provecho, la generación que vivimos aquellos duros y aciagos tiempos creo que mantenemos ya enorme madurez debido a nuestras heridas para afrontar estos nuevos tiempos que nos vienen. Habrá que basar este tiempo en el aprovechamiento de los magníficos cultos que nos ofrecen todas y cada una de nuestras cofradías. Ojalá tengamos la asistencia masiva de los cofrades, que luego curiosamente se multiplica en las salidas procesionales, encontrándonos con rostros que solo vemos una vez al año. Desmenucemos los laboriosos y trabajados boletines, que a veces dejamos dentro de un cajón, donde encontraremos importantes exhortaciones, artículos históricos que marcan nuestra identidad y cantidad de información del denso trabajo que realizamos a lo largo del año. Aprovechemos el acercamiento de gentes para, aunque atraídas por otras motivaciones —costaleros, bandas, insignias, nazarenos y mantillas—, con nuestra ilusión, ejemplo y entusiasmo, se aproximen aún más a la intensa vida cofrade. Las redes sociales, tan útiles para algunos aspectos de nuestras hermandades, hacen un daño lacerante a otros aspectos superfluos de nuestras propias reglas. ¿Cómo se puede basar nuestra vivencia cofrade en el gusto o no de un cartel, en la crítica de un bordado o adorno floral, o el desacuerdo en la elección de una banda u otra? Mal vamos. Hay que inculcar y arrancar de cuajo estos posicionamientos impropios de un buen cofrade y de una buena cofradía. Asistimos a un histórico resurgir en la nómina de nuestras hermandades comparables con los finales del siglo XIX, los mediados del pasado siglo XX, pasando en los últimos años de 13 a 19 en la calle. Esperemos que este aumento responda más bien a la extensión de nuevas parroquias y barrios que a un relleno de horas del marcado en el itinerario oficial, amortizando mejor el precio de las sillas. Vivamos esta Santa Cuaresma, Cuaresma Santa del 2018, porque no volveremos a vivirla nunca más, con nuestra aptitud personal, experiencia y condicionamiento, que nunca una Cuaresma es igual a otra. Hagamos Cuaresma, vivamos la Cuaresma, seamos nosotros mismos la propia Cuaresma.