Cuando un colegio “se va”

24 jun 2016 / 18:00 H.

Seguro que la frase que da título a esta triste despedida recuerda una melancólica canción en la voz de Alberto Cortez: Cuando un colegio “se va” queda un espacio vacío. El Ramón Calatayud termina sus días por un plumazo burocrático tras cuarenta y siete años de vida. Fue el 22 de julio de 1969, a las 19,45 horas cuando se cortó la cinta inaugural. Había costado casi veinte millones de las antiguas pesetas y era un edificio pionero. Promovido por el entonces alcalde de la ciudad, el colegio ha llevado su nombre hasta estos atribulados días en que desaparecerá de la memoria educativa giennense. Todos los que en algún momento hemos “aprendido” en esas aulas, bien en los pupitres o en las mesas del profesor, sentiremos un desasosiego especial cuando pasemos cerca de sus patios y los sepamos ya travestidos de otro nombre, de otra historia, de otras miradas. Y es que la historia del barrio ha bebido de los muros del Ramón Calatayud desde aquel lejano tiempo de Gumersindo Tobaruela, su primer director. Personalmente ese centro ha sido el alfa y el omega de mi vida profesional. Empecé las prácticas de Magisterio en una de sus aulas, con Ángel Uceda, luego director, y terminé bajo el atento cuidado de Fernando Redrao hace apenas unos años. No puedo dejar de mencionar a todos los alumnos y alumnas que han poblado sus aulas en este tiempo transcurrido y, en especial, a los que crecieron en las mías. Y tampoco a los muchos maestros y maestras que pusieron su granito de arena en impulsar futuros desde su labor diaria, a veces ingrata pero siempre ilusionante. Directores como los citados o José Sáez y Antonio Parras llevaron el nombre del colegio hasta el lugar que merecía y alguien debería haber organizado un homenaje a todos los que hicieron del Ramón Calatayud el centro de referencia que fue, ahora que desaparece. Cuando un colegio se va, seguimos con la canción, una estrella se ha perdido: la que ilumina el lugar donde hay un niño dormido. Y fueron tantos los niños y niñas que siguen llevando al Ramón Calatayud en sus sueños que su recuerdo perdurará en ellos, en nosotros, cuando su nombre se borre de los registros de la historia.