Cruce de culturas

04 ene 2016 / 09:56 H.

La recogida de la aceituna está en pleno apogeo. Poco ha cambiado el viejo ritual a lo largo de los milenios, desde la recogida manual a las máquinas de varear para agilizar y abaratar el proceso de recogida. De cualquier forma, las máquinas, cuando aparecieron, despertaron no pocas desconfianzas, sobre todo por el miedo a que pudieran dañar la salud de los centenarios olivos. Hoy, en la búsqueda desesperada de la rentabilidad, en las grandes superficies no se afina mucho en la recogida. Extraño caso no dejar que otros se aprovechen de lo que sin duda se ha de perder. Gran parte del pueblo andaluz vive de la aceituna. La falta de industrialización y el progresivo declive de cultivos cada vez menos rentables han hecho que los olivos sean el árbol omnipresente hasta en nuestros jardines. Sin embargo, el mundo cambia. Pasaba yo el otro día por una carretera, veía a las familias aprovechando el buen tiempo de Navidad. El padre recogiendo ramas y de repente, un adolescente con un smartphone. Me pregunté de inmediato cómo vería el chico una actividad agrícola tan aparentemente alejada de sus intereses. De hecho, cuando yo era adolescente ya la veía como algo desfasado, aunque necesario. La vida me llevó a dedicarme a otra cosa, aunque sigo creyendo que la base de la vida está en la actividad agrícola, esa que tan poco apreciamos. En otros países europeos es relativamente normal que el agricultor tenga estudios medios o altos, que en su casa haya buenos libros y buena música, que su actividad sea una elección y no una imposición por falta de preparación. Esta es una tarea pendiente en nuestro Sur profundo. Para que la dignidad llegue al trabajo agrícola, este debe estar en manos de gente formada que contrate a gente formada y pague dignamente. No todo va a ser industria o administraciones públicas. Resulta a veces pintoresco que sean los ecologistas los que tengan que reivindicar el cultivo de alimentos, como si para el resto de la humanidad la comida creciera en los supermercados. Se impone la vuelta a la madre tierra, una vuelta que no puede ser desde el pasado sino desde este presente.