Críticos de mesa camilla y de tapeo

22 sep 2016 / 10:30 H.

Para hablar de Jaén hay que vivirla y conocerla, pues en caso contrario es difícil acertar y muy fácil caer en la descalificación y los tópicos, y eso lo hemos sufrido en numerosas ocasiones. Pero hablar desde dentro tiene el peligro de que el corazón te nuble la razón, por no hablar del velo de la envidia al triunfo cercano, deporte nacional. Mi aportación va desde el difícil equilibrio que supone no tener los genes del conocimiento ancestral heredado junto al cariño que profeso por la tierra que hace lustros me acogió, aunque en positivo permite un análisis en cierto sentido macroscópico externo, junto con el microscópico de vivir esta sociedad.

La primera sensación general desde fuera es que Jaén está un tanto “dejada de la mano de Dios” desde hace muchos años, y ha evolucionado sin una visión de futuro generosa, lo que nos ha llevado al parcheo temporal, y a arrancar parches previos por intereses bastante distantes del general y generacional. Y con eso tenemos el enorme déficit empresarial, comercial, del sector servicios, en infraestructuras, y lo más doloroso, un importante déficit en perspectivas.

Si, por contra, ponemos las lentes de aumento, podemos mirar en cualquier dirección; es triste ver cómo no hay en nuestras ciudades una oferta de ocio y cultural, por ejemplo, para nuestros jóvenes y adolescentes, ¿nos duele, cada vez más pasivamente, el botellón o les obligamos a ello?; los museos y teatros (o el tranvía) se han incorporado sin una inmersión real en la ciudad, tan disonantes social como arquitectónicamente hablando. Y si a eso le unimos el aislamiento comunicacional, superado solamente para lanzar a nuestros jóvenes más preparados lejos de sus raíces; y así podemos graduar las lentes del análisis hacia fuera o dentro que destacamos en desempleo ya más que en temperaturas.

Pero el peor problema que tenemos es que somos decididamente críticos en la mesa de camilla o en las zonas de tapeo, pero excesivamente conformistas como sociedad, muy poco dados a pasar a la acción, a reivindicar lo nuestro, a liderar un cambio o a transmitir a las nuevas generaciones la convicción de que es posible. El devenir de los tiempos no ha sido justo con nosotros, pero tenemos algo más productivo que nuestro mar de olivos, a saber, nuestra gente y nuestras mentes. En el momento en que vivimos, del mundo globalizado, de la tecnología y las comunicaciones, tenemos la ocasión de nivelarnos, y es nuestra obligación por ser la generación de esta época.

Y para ello la base es la formación, tenemos la materia prima, los jiennenses, y las herramientas (Universidad, tecnología online...). Abandonemos el derrotismo que nos permite vivir bajo la ley del mínimo esfuerzo, con la fácil justificación del pasado heredado, porque es posible triunfar. Steve Jobs o Amancio Ortega tampoco partieron de situaciones privilegiadas, su gran valía fue no justificar un entorno evidentemente mejorable, ni vivir con resignación la herencia recibida. Sólo tenemos que creer cada uno en nosotros mismos. Paralelamente es necesario un cambio social, y eso es posible porque en muchos aspectos lo hemos y lo estamos haciendo. Tecnológicamente nuestra Universidad ha sido punta de lanza en la transformación TIC de su gestión y ha sido referencia de gran parte del sistema universitario español; y en este momento está en el grupo de cabeza de las TIC en investigación, y eso debemos aprovecharlo. Un gran grupo de Cooperativas agroalimentarias está transformando una inercia de lustros gracias a la incorporación de las nuevas generaciones, las redes sociales y la tecnología; todos conocemos pequeñas empresas de turismo rural que han despegado al atreverse al cambio tecnológico, y así podríamos seguir encontrando ejemplos de que salir del ostracismo es posible.

Habrá trenes que nunca cogimos ni volverán a pasar, pero hay uno delante al que subirnos, y tenemos la obligación de no dejarlo pasar, para que futuras generaciones no se lamenten en la mesa de camilla o en las zonas de tapeo.