Con traje de luces

02 dic 2017 / 11:37 H.

La agenda política está condicionada por movimientos telúricos difíciles de detectar. Estas semanas, por la conjunción de astros y mareas, tenemos a la ITI (Inversión Territorial Integrada) como el asunto de calado entre políticos y vecinos de rellano. A falta de festival de la OTI aquí hay espacio y micrófonos para que cada uno dé el cante como pueda. Da igual que la maldita hemeroteca sonroje por momentos porque al siguiente día se puede embarrar con otro intento de titular. La presunta reunión entre el secretario de Estado de Hacienda, Fernández de Moya, y el vicepresidente de la Junta, Jiménez Barrios, para ponerle el lazo al paquete inversor para Linares tuvo que realizarse en bable cerrado y en silbo gomero a tenor de las diversas lecturas que sus partidos extrajeron de la quedada. El castellano ha dejado de ser un idioma universal y no existen traductores válidos para el lenguaje inventado de la política. Ahora la batalla se centra en no quedar como Cagancho, torero de arte, pero recordado por sus recurrentes espantadas. Las plataformas “Jaén merece más” y “Todos a una por Linares” son el tendido 7 y están a la espera de silbar y arruinar la faena política a poco que se note la falta de valentía o la incapacidad técnica de llevarse el triunfo a su terreno.

Dos alcaldes, dos primeros espadas con trayectorias opuestas, aprovechan la temporada de saldos para sacar pecho y brillo a su traje de luces. El regidor linarense, Juan Fernández, fajado en muchos sobresaltos, como gato político que es tiene muchas vidas, y ahora, quizá como colofón, pueda brindar un penúltimo servicio a la causa, y caer, nuevamente, de pie. Concretar para su tierra, con una media verónica, una inversión preferente para reactivar un tejido industrial herido de muerte. Un epílogo pimpinesco a su relación con la Junta de Andalucía que tanto crédito, también político, le ha dado. Un estilo que crea escuela si nos detenemos en las poses toreras de su homólogo jiennense. Javier Márquez está de vuelta. Cierto que no llegó a amenazar con la retirada, a cortarse la coleta política, pero se adivinaba que no disfrutaba en el ruedo. Sin embargo, ahora que “se vuelve a respirar” en el Ayuntamiento, bajan por la Carrera vientos de cambio. Entre ellos la peatonalización, un torbellino que mutó el registro del equipo de Gobierno heredado y donde aplaudieron coches ahora ponemos peatones por mis santos... Pero bien está, al margen de la rima, lo que, a priori, y con el tranvía en marcha, puede acabar por mejorar la ciudad. Además, en esta ocasión, entre las partes implicadas hay una necesaria interlocución y la intención de un mínimo consenso sobre el mapa del nuevo tesoro capitalino.

Pero volvamos a esos primeros espadas que por motivos dispares saben que, en ocasiones, es mejor torear sin cuadrillas. Por más que estén “respaldados” por sus partidos, hay tardes en las que es mejor lidiar a “porta gayola” para enfrentarse, de cara al respetable, contra los miuras del Gobierno central y de la Junta de Andalucía. Así, en solitario, altaneros, con discurso propio, envalentonados. Alcaldes “pancarteros” que están dispuestos a salir a la calle para alzar la voz más allá de Twitter. Que se preguntan de forma retórica cuándo llegará la oportunidad, por ejemplo, para Jaén. Qué cuestionan, en definitiva, cómo es posible que después de tanto tiempo esta parte de Andalucía Oriental esté tan dejada de la mano de Dios. El Museo Ibero será —al margen de su importancia histórica y artística— un monumento al “estilo Jaén”, otro terreno ganado a la desidia, otra epopeya como el tranvía. Grandiosos hechos, glosados hasta la saciedad, manoseados y torpedeados políticamente que nacen viciados y crecen a contracorriente. De eso también sería interesante que se enterara el Rey Felipe VI o al descorrer la cortinilla un mensaje labrado en la placa que rezara: “Y, a pesar de todo, aquí está el Museo de Arte Ibero”.