Competitividad regional

12 ene 2019 / 11:09 H.

De un tiempo a esta parte la visión tradicional de la política de izquierdas o derechas se ha visto amplificada con la lente del concepto España. Está claro que el electorado, desde Finisterre a Cabo de Gata, orienta su voto en función a lo que acontece día a día en Cataluña. El desafío soberanista emprendido por unos pocos españoles es advertido como la gran amenaza a la unidad de esta nación. Nos conmovemos y nos retorcemos cuando nos tocan la piel de toro, cuando nos separan entre primos hermanos, o cuando no entendemos al que parla, pero ni rechistamos cuando nada se hace por evitar que este país tenga tantas desigualdades territoriales. La fortaleza de una nación no se mide por la industria de unas regiones, o por el turismo de otras, sino, al igual que una cadena, se mide por la resistencia del eslabón más débil. En materia de economía, Andalucía es uno de los eslabones más débiles de la cadena, y es aquí precisamente donde nos alzamos al grito de “Viva España” preocupados por lo que acontece en el Noreste de la Península. Las tensiones territoriales, lejos de conseguir una apuesta por la igualdad, lo que generan son más divergencias y, por tanto, más dificultades a la hora de vender una unidad real. El patriotismo no solo se mide por el índice de emoción al escuchar el himno, sino por la capacidad que tenemos de atraer y mantener inversiones teniendo en cuenta que la retención de talento debería constituir la prioridad de nuestros gobernantes. La mejor manera de defender tu país es procurar que tus hijos se queden aquí y así se mantendrán nuestras costumbres y tradiciones.

Recientemente, se ha publicado por el Consejo General de Economistas un informe que analiza los diferentes niveles de competitividad de las regiones de España. Pocos países padecen la heterogeneidad que tenemos aquí. El informe se ha elaborado para las 17 Comunidades a partir de 53 variables o indicadores estructurados en torno a siete ejes competitivos que permiten identificar las fortalezas y debilidades competitivas: entorno económico, capital humano, mercado de trabajo, entorno institucional, infraestructuras básicas, entorno empresarial e innovación. La competitividad más alta se ubica en el triángulo formado por el País Vasco, Cataluña y Madrid dejando a Andalucía, en el culo de esta figura nacional geométrica. Madrid aparece a la cabeza de España y su riqueza se distancia de la media nacional a un ritmo anual de 2,9%. Andalucía, Extremadura y Canarias, las menos competitivas. Las infraestructuras básicas también se ponen en el nivel bajo al dividir capital, inversión, tráfico de mercancías por población que es la más numerosa de España. Igualmente, la eficiencia empresarial es baja al medir tamaño medio de empresa, exportación, costes laborales y producción. Y solo en innovación la comunidad se sitúa en un nivel medio-bajo. Lo más preocupante es la actitud de las personas hacia el estudio y la formación, que es paupérrima comparada con otras regiones, así como el dinamismo emprendedor que no forma parte de la cultura común. Aunque lo positivo son los avances en mejora de déficit público, la desigualdad, y la productividad con una mejor dimensión empresarial. Andalucía, como en 1212 o en 1808, sigue siendo la primera en frenar los ataques a la nación. Andalucía incrementa el saldo acreedor por tanto esfuerzo, riqueza y talento exportado. Una deuda que se asume sacrificada por España y la Humanidad.