Chapeau...pero qué lástima

14 nov 2019 / 10:54 H.
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Es difícil referirse a los resultados de las recientes elecciones sin pretender escribir de política y los políticos, y yo no tengo intención de hacerlo, sino más bien constatar lo frágil que es la condición humana sometida al albur del éxito o del fracaso, en su expectativas. Tras la enésima contienda electoral y en una situación endiablada por la falta de acuerdos y de empatía entre nuestros líderes políticos, al fin una nota de acercamiento a los ciudadanos en uno de ellos: Albert Rivera, el presidente de Ciudadanos dimite. Se responsabiliza de la estrategia equivocada de su partido y por tanto, de sus malos resultados. Lo ha hecho pronunciando un discurso emotivo, humano y con la suficiente dosis de sinceridad para ser asequible y fácil de explicar para los que le han votado, e incluso para los que no lo hemos hecho.

Ha sido de sus declaraciones que le he oído, la mejor desde mi punto de vista. Al fin una nota de humildad y cercanía en un político, que se produce —paradójicamente—, para anunciar su retirada de la política. Y lo que es más chocante aún, es que, es en la propia retirada cuando habla de “tender puentes” e intentar acuerdos, lo más fácil hubiera sido hacerlo cuando se está dentro y con posibilidades de acercar posiciones. Contrasta la decepción contenida, la desilusión y la determinación, en definitiva la humanidad de Rivera en su retirada, con las declaraciones de algunos de los líderes aún en activo, que hablan de no aceptar acuerdos “bajo ningún concepto con aquellos que pueden formar gobierno, y de otros que exigen hablar de ensoñaciones de independencia y de enfrentamientos y divisiones.

Es como si se dieran dos realidades paralelas: los que están para encontrar soluciones a los problemas lo que hacen es complicarlas, y los que emiten palabras de consenso, lo hacen desde la retirada. ¿Tan difícil es expresar buenos deseos y buscar acuerdos, que hay que marcharse de la política para expresarlos? Pero ya digo, que no deseo hablar de política, sino de otro elemento que suscita la dimisión de Rivera, y es la de la fugacidad de la vida pública. Tras anunciar su retirada en los medios de comunicación, las tertulias y los analistas comienzan a especular con su sustituto/a como quién pasa de una página a otra en un libro en el que después del ruido y fingimiento, llega rápidamente al olvido. Suenan entonces reconocibles las palabras pronunciadas por el propio Rivera, de volver a su trabajo anterior, y a disfrutar de sus padres, hijos y pareja. Pero esto nos lleva a otra pregunta, ¿tan difícil es conciliar todo esto y la política?.

Esta renuncia nos ha traído también la opinión de un demócrata, europeísta convencido, hombre de estado y ex primer ministro de Francia como Manuel Valls, que colaboró algunos meses con Rivera y su partido. Al hilo de la misma, expresa la necesidad de grandes acuerdos entre demócratas y constitucionalistas para frenar a los sembradores de mentiras, divisiones y odios, al tiempo que reconoció el gesto de dimisión de Rivera y lo expresó gráficamente con un “Chapeau ... y qué lástima”. Un gesto de grandeza. Creo que entendiendo la fragilidad humana, con la comprensión de la fugacidad de la vida pública, y desde luego desde la grandeza, se pueden urdir buenos líderes. Por ello le copio la expresión a don Manuel Valls para titular este artículo.

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