Catarsis en Linares

23 abr 2018 / 09:07 H.

No será fácil solucionar el grave problema interno que el Partido Socialista tiene en Linares. La apertura de un expediente disciplinario a Juan Fernández era la crónica de una muerte anunciada en el seno de una fuerza política que vive un antes y un después. La catarsis promovida por la nueva dirección local, respaldada por la provincial y la regional y refrendada por la nacional, camina paralela a la situación económica en la que se encuentra un territorio marcado por la desindustrialización y el desempleo. Crisis política y económica, o viceversa, que contribuyen al desencanto de una ciudad dividida entre los que son del alcalde y los que no lo son. Complicada tarea tiene el aparato en una agrupación que lleva más de veinte años con el gobierno del Ayuntamiento en sus manos.

Daniel Campos se convierte en protagonista de la batalla emprendida para destronar al díscolo. El nuevo secretario general del PSOE de Linares, amparado en la necesidad de responder a los dictados de Ferraz, remitió las cuentas del partido para que los de arriba depuraran responsabilidades sin que mediaran los de abajo. Esa es la versión oficial. La extraoficial es que fue al contrario, pero, como en las matemáticas, el orden de los factores no altera el producto. El caso es que el proceso siguió su curso y, después de los tejemanejes de unos y de otros, la Comisión Ejecutiva Municipal acordó la incoación de un expediente disciplinario y elevó al mismo órgano de la federal la propuesta de suspensión de militancia. La extraña agilidad en la burocracia de estos asuntos de “palacio” hizo que, de la noche a la mañana, la respuesta eclipsara la rueda de prensa en la que el alcalde dio pelos y señales de su filosofía de trabajo desde que tiene el bastón de mando en la mano. Es decir, justo al día siguiente de proponer la suspensión de militancia, la dirección nacional socialista aprobó, de forma cautelar, la salida de Juan Fernández de unas siglas a las que lleva aferrado gran parte de su vida. Queda el derecho al pataleo y, a la espera de una resolución definitiva, las espadas están en alto en una ciudad necesitada de entendimiento para que aflore lo positivo y quede enterrado el negativismo que a nada conduce. Hay quienes dicen que el aparato quiere apartar al alcalde de la circulación política ante la inminencia de unas elecciones primarias para elegir candidato a la Alcaldía. Otros se aferran a la necesidad de buscar la estabilidad perdida en el seno de una organización con una crisis interna de caballo. La realidad habla por sí sola y, en aras de la objetividad, queda claro que recomponer las piezas del puzle será misión complicada para quienes tienen la encomienda de reconducir lo irreconducible. Impedir que en la próxima cita con las urnas haya una papeleta con la cara de Juan Fernández es como poner puertas al campo. Tal y como está el “patio”, lo más probable es que no pueda presentarse a las municipales bajo el paraguas del puño y la rosa, pero quién dice que no lo hará con un partido político propio. Ni que decir tiene que el alcalde calla ante tan incómoda pregunta, pero en los mentideros rula ya hasta el nombre de esa agrupación independiente que tiene previsto crear para continuar en la batalla política. Mientras tanto, es él y nadie más que él quien tiene el voto de calidad. Queda un año para la verdadera catarsis.