Capitalizando ilusiones

03 feb 2018 / 11:16 H.

Tener sueños e ilusiones es lo que nos mantiene vivos. No tener esperanzas ni objetivos es como estar muerto en vida. Siendo así, todo responsable del rumbo de una institución, organización o empresa debería someterse a una analítica de vitalidad como condición necesaria para optar a su nombramiento o reelección. Hoy día, nos encontramos barcos encallados cuyos almirantes parecen zombis aferrados en el puente de mando, esperando a que lleguen los suyos en una fragata de rescate y lo saquen de allí, librándose de las consecuencias de mover el timón por miedo a que el barco zozobre por el peor de los lados. Con estas, siempre se podrá decir a los tripulantes y viajeros que cuando llegué ya estaba todo mal por aquí, y al menos, he evitado que el barco se hundiera. Y así, se suceden estadios en los que las ilusiones y metas individuales priorizan sobre las del colectivo que se representa, estando el rumbo condicionado a una buena racha de viento o a mareas favorables. Sería de agradecer que alguna institución sanitaria evaluara el ritmo cardiaco de nuestros gobernantes y alertara de aquellos cuyos latidos menguan apenas impulsados de ilusiones, porque su ritmo ralentiza el de todos.

Pensemos en una de estas instituciones. Como diría Valdano, sobre la cosa más importante entre las cosas menos importantes: el fútbol. Hace menos de un año, multitud de jienenses se manifestaban a favor del Real Jaén por las calles de la capital. Se temía por su desaparición, por el hundimiento del barco que había representado el futbol de la ciudad durante casi cien años. La crisis institucional era importante, y nadie parecía salir al rescate. La tragedia deportiva no pudo evitarse, aunque en la institucional una iniciativa privada promovida por Tomás Membrado evitaba el naufragio prácticamente en el minuto de descuento. Antes, un grupo de pequeños accionistas presentaban sus humildes, pero muy dignas, credenciales junto a una estrategia de salvamento. En la actualidad, el Real Jaén camina con paso firme, y aún en Tercera División, es capaz de renacer la ilusión en los aficionados que, a pesar de las dificultades, en ningún momento han abandonado el barco. El proyecto deportivo aún se fragua, y se perciben tintes de pretemporada, con ajustes prácticamente cada semana, lo que supone una debilidad para la necesaria solidez del equipo para afrontar el final de campaña. En el área financiera, la sociedad trata de subir la banda, esquivando la entrada de acreedores, con un proyecto que parece tener la solución garantizada. Se acompaña de una ampliación de capital social necesaria para evitar la disolución de la compañía. Hace años, en una situación igualmente crítica, el club se enfrentó a una importante ampliación de capital al objeto de transformarse en Sociedad Anónima Deportiva. Por aquel entonces, no se contaba con la solución encima de la mesa y la ampliación fue todo un reto para los aficionados que acudían a la suscripción con la mirada puesta en un reloj de cuenta regresiva. Los pequeños accionistas evitaron que el club perdiera la categoría de plata recién conquistada, y pusieron de manifiesto que esta institución es querida y que no iban a dejar que se hundiera. Parece que la nueva ampliación no está contando con el apoyo de entonces, probablemente porque el nuevo capitán asegura la consecución del objetivo al margen del éxito de la suscripción popular. Sin embargo, la afición debería acompañar al equipo no sólo en la grada, sino en estos pasillos institucionales que resultan claves para el éxito del club. Una suscripción popular de participaciones no sólo ayuda al club a la consecución de sus objetivos, sino que es, además, una llamada de atención para aquellos que pretendan hacer y deshacer a su antojo, sobre algo tan intrascendente como el futbol para una ciudad y que, por el contrario, tanto contribuye a la economía, a la ilusión y a la felicidad de su gente. Pues eso, “Todos Sumamos”.