Borrón y
cuenta nueva

19 mar 2019 / 16:34 H.

Decía Oscar Wilde que experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones. Nacemos, trabajamos, amamos... hasta que, de adultos, flotando en un espejismo de seguridad, vivimos nuestros momentos de gloria como si de un presagio de felicidad eterna se tratara. Pero, de repente, zas, un error de cálculo nos hace desviarnos de la diana y nos quedamos con cara de mentecatos mirando la torpe trayectoria del dardo. Por más empeño que pongamos siempre hay un instante de nuestra vida en el que metemos la pata hasta la ingle. Con presteza nos esmeramos por sacarla, pero no hay manera, una vez dentro parece haber hecho ventosa y solo asoma un poco para volver a adentrase aún con más ahínco. Cuando uno dice de errar, yerra. Unas veces la repercusión es mínima, otras no tanto y entonces, aunque lleves media vida dando el callo, es en ese leve parpadeo cuando te conviertes en un mal jefe, un pésimo empleado, un padre nefasto o un traidor taimado. Hay que jorobarse. Qué bonito sería que aquellos por quienes tanto se ha hecho no perdieran la memoria a la primera de cambio... Porque nadie se libra, mañana pueden ser ellos los que yerren el tiro. Y es que hasta el mejor escribano echa un borrón.