música

29 nov 2018 / 11:39 H.

He vuelto a escuchar una obra extraordinaria que, con seguridad, es conocida de muchos aún sin saber identificarla o desconociendo su autor. Ha sucedido esto con numerosas obras de la música sinfónica, utilizadas como banda sonora de películas o cortos. Se podría entrar, desde el análisis estético de la filosofía del arte, en el fin del compositor en el momento de crear su obra y analizar a quién o a quiénes va dirigida. Es válido que la música está compuesta para la humanidad de todos los tiempos, en el más profundo sentido en el que compuso sus obras Beethoven, y como él tantos otros. En esta idea puede coincidir el autor y la obra a la que me refiero: el concierto para piano y orquesta número 2 de Rachmaninoff. Es imposible no conmoverse cuando se escuchan esas notas musicales. Es imposible sentirse solo o impotente. Y es lo mismo la nacionalidad del autor, ruso, o la época en que fuera compuesta, principio del siglo XX. De lo que se trata es de que esa música, tan lírica y tan difícil de ejecución, es capaz de expresar la fuerza, el coraje y la resistencia del ser humano: en los veinte primeros compases, sin palabras, expresando para siempre lo que es inefable y cada mujer y cada hombre necesita.