Género y figura: Pilar Fernández

17 feb 2018 / 11:09 H.

Corría el verano de 1983, atrás quedaba el colegio de su infancia, Cristo Rey, la falda gris de tablas y el jersey azul marino del uniforme. Le embargaba un sentimiento de amable alivio por la Selectividad ya superada. La sensación de empezar una nueva etapa llena de ilusión y la pasión por conquistar el futuro se traducían en esa fuerza tan arrolladora que da la juventud, sobre todo cuando una es tan valiente y tan idealista como Pilar Fernández Pantoja.

Le habría gustado hacer tantas cosas... Le atraían el Periodismo y la Psicología, pero el prestigio del que gozaba la Facultad de Derecho de la Universidad de Granada la hizo decantarse finalmente por la ley. Y entre risas y charlas en el patio del Padre Suárez, o tomando apuntes en los vetustos bancos de madera de sus aulas, vio nacer su vocación por la justicia.

Han pasado muchos años desde aquel verano, hemos cambiado de siglo y, aunque ahora es doctora en Derecho y Profesora titular de Derecho Penal de la Universidad de Jaén y de la UNED, profesora de Victimología y de Análisis crítico de las desigualdades de género en distintos másteres, no ha perdido ni un ápice de aquel ímpetu con el que empezó.

Choca su copa contra la mía.

“Por nosotras, por el aquí y el ahora”, propone con vehemencia.

Terminó la carrera en el 88, coincidiendo con que se convocaban unas plazas para el departamento de Derecho Penal en el entonces Colegio Universitario de Jaén. Su expediente era muy bueno y optó. Después, con enorme expectación y alegría, vio nacer la Universidad de Jaén; se doctoró; ganó la plaza...

—¿Por qué se decidió por la docencia?

—Porque lo que más me gusta es enseñar, ayudar a forjar a las nuevas generaciones de juristas, que, en definitiva, son el futuro.

Además de docente e investigadora, ha ocupado diferentes puestos de gestión en la Universidad, como directora del departamento de Derecho Penal y Filosofía del Derecho, vicedecana de Derecho, directora del Secretariado de desarrollo normativo y secretaria general de la UJA. En 2007 fue nombrada jefa de la Unidad contra la Violencia sobre la Mujer en la Subdelegación del Gobierno de Jaén. “Esa etapa fue muy importante para mí; me permitió tomar contacto con la realidad, dejar de lado la endogamia de la Universidad y empezar a luchar a muerte por las mujeres”, afirma.

—¿Funciona el sistema?

—Queda mucho trabajo por hacer, mucho camino por recorrer. El sistema funciona, pero es necesaria la denuncia de la mujer. Sin ella no se puede proteger y apoyar a la víctima de violencia. Se requiere la correcta y total coordinación de los agentes especializados y debidamente formados: Seguridad, Justicia, Sanidad y, sobre todo, los medios de comunicación... El sistema funciona, pero a veces, con o sin denuncia, falla, y la mujer muere asesinada a manos de su agresor.

— ¿Machismo también entre los jóvenes?

—Sí, y es muy preocupante. Chicos que controlan los móviles de las chicas, que coartan su libertad... y algunas de ellas interpretan estos comportamientos como muestras de un “amor” que no es más que esclavitud. Y otro tema es el “bullying” sobre y entre las mujeres, que es lo más triste.

—¿Qué es para usted el feminismo?

—Ser mujer... Solo eso, nada más y nada menos. Las mujeres no somos princesas, ni esclavas; no estamos mendigando nada. Nuestras reivindicaciones deberían existir de forma natural, pero, por desgracia, no ocurre así. La historia está escrita por los hombres; es el momento de que también las mujeres empecemos a escribirla, porque el mundo no se construye únicamente por unos u otras, sino por ambos...

Nos traen el postre. Como buena profesora argumenta con vehemencia sus razones, su conversación no deja a nadie indiferente y el tiempo transcurre sin que apenas nos percatemos.

Trabajadora incansable, Pilar Fernández ama el Derecho Penal y es especialista en género. Se declara feminista. Reconoce que lo único que echa de menos es más tiempo y, cuando le pregunto qué le gustaría hacer con ese tiempo, levanta su copa, brinda conmigo de nuevo y dejando escapar una carcajada sincera confiesa: “Leer y dormir”. Una mujer auténtica, sí señor, le digo... Y señora, me contesta.