Encarna López, una luz en la candela

13 ene 2018 / 10:56 H.

Desde muy pequeña la enervaba que se criticara a la mujer prostituta y que se dejara libre de todo juicio al hombre que, con su dinero, creía poder comprar a la mujer y hacer con ella lo que le viniera en gana.

Encarna López Palma es religiosa, Mercedaria de la Caridad, desde 1969. Ejerció como enfermera durante muchos años en el Neveral, colaborando al mismo tiempo con distintos proyectos, como el Rajab, de encuentro con inmigrantes, y la casa Besana, de acogida a madres jóvenes que han sufrido violencia o carecen de recursos, y a sus hijos.

En 2015 se jubiló como enfermera y hace un año que trabaja como voluntaria en el proyecto Candela de Cáritas, donde presta su apoyo a las prostitutas de la provincia de Jaén.

—¿Qué es exactamente el proyecto Candela?

—Candela es un programa de Cáritas Diocesana que asiste a mujeres que ejercen la prostitución en la provincia de Jaén. Somos un grupo de voluntarios de distintas profesiones que, sin juicios morales, proporcionamos todo tipo de cobertura a estas mujeres. Contactamos con ellas visitando los pisos y los clubes donde se buscan la vida, les ofrecemos orientación familiar, asesoramiento sanitario, legal y de formación y empleo...

—¿Les permiten entrar en los clubes?

—Arrancar fue complicado, conseguir su confianza..., pero hay que insistir y la verdad es que ahora los porteros nos saludan con respeto y ellas nos aceptan.

—¿Cuál es la situación de las prostitutas?

—Lamentable. La mayoría son extranjeras, sudamericanas, que vienen engañadas creyendo que van a trabajar de camareras... Muchas no tienen “papeles” y temen que las devuelvan a sus países, donde no poseen medios para subsistir. Las explotan, les tienen que dar un porcentaje al “chulo de turno”, o pagar unos alquileres desorbitados por una habitación. La verdad es que ellas mismas me dicen: “Esta vida es un infierno”.

Cuando alguna quiere salir del negocio, se vuelcan ayudándole para que tenga una segunda oportunidad. Les ofrecen distintos cursos de formación, les procuran comida y vivienda, así como acceso a la cultura. Pero lo que hace complicado que dejen la prostitución es que necesitan el dinero para enviarlo a sus hijos. “Ese es el auténtico problema que hay que resolver”, asegura. Le gustaría erradicar la prostitución, pero no por las apariencias sino por lo que denigra a la persona. No soporta lo que algunos hombres se creen con derecho a hacer a las mujeres. Afirma que hace falta educar y sensibilizar a los jóvenes en las familias e institutos, en vez de permitir que celebren cumpleaños y despedidas de soltero de esta manera tan poco enriquecedora. “Durante siglos, se ha abusado de la mujer; el hombre como el aceite, siempre por encima. Y eso tiene que cambiar”, declara.

Capellana del Neveral, y volcada en el proyecto Candela, Encarna nos recuerda que Jesús respetaba a las mujeres y se siente Iglesia cuando las ayuda a salir de este mundo y mirar el futuro con esperanza. Su voz transmite confianza cuando me mira a los ojos y cita las palabras de Jesucristo en el Evangelio: “De cierto os digo, que los publicanos y las rameras os precederán en el reino de los cielos”.

—¿Cree en la bondad de las personas?

—Sí... La mayoría de las personas son buenas, aunque queda mucho trabajo por hacer en el mundo. Me dicen que, de tan pesada como soy, lo negro lo vuelvo blanco, pero creo que en la vida hay que dar testimonio, vivir con más autenticidad, como Teresa de Calcuta... Porque así, como decía la otra santa, Teresa de Jesús, la verdad padece, pero no perece...

En su escaso tiempo libre le gusta caminar por el campo y contemplar la grandeza de la creación en la naturaleza, pero, como mercedaria, su carisma es ser redentora de cautivos y liberar al ser humano y Encarna no se rasga las vestiduras como los fariseos, por cruzar la puertas de un club y brindar su ayuda a las prostitutas, porque son personas, mujeres, madres, que tiene alma y corazón, que sienten y padecen, que necesitan que se les tienda una mano y se les ofrezca una sonrisa de esperanza... Y, como dijo Jesús y ella nos recuerda, aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.