Ardua tarea educar a incívicos

13 mar 2019 / 11:17 H.

El consabido tema de la suciedad de las calles de nuestra capital lo arrastramos de atrás, de muy atrás. Lo sé. No es ninguna novedad. Tanto es así que, lamentablemente, casi lo hemos aceptado como algo natural del paisaje de nuestra ciudad. Pero me ha parecido percibir en los últimos tiempos cierto ánimo disuasorio en nuestras autoridades, tendente a motivar que los ciudadanos nos preocupemos por mantener limpia nuestra ciudad. Lo cual, ya de por sí, es bastante bochornoso que una administración tenga que recordarnos, y sancionarnos si llega el caso, que es una obligación cívica la de cuidar nuestro entorno. Aquello de que no hagas en la calle lo que no harías en tu casa. Pero a lo que voy, que yo había llegado a pensar que aquella medida municipal que anunciaba que, si se veía a algún dueño de perro no recoger sus deposiciones hechas en la vía pública, se sancionaría, conllevaría un cambio en las costumbres de estos vecinos. Pero nada más lejos de la realidad. La vida sigue igual. Muchas son las calles de Jaén que se caracterizan, por el zigzagueo de nuestros andares, para evitar pisar aquello que debió recoger el insolidario de turno, o que, por ser tan numerosas y voluminosas las defecaciones caninas, ahora, con este prematuro aumento de las temperaturas, desprenden un mal olor, del todo punto vergonzoso. Y, aunque resultan ser imperdonables por igual todas las depositadas en nuestra ciudad, sin embargo, unas me duelen especialmente, por entender que causan mayor daño, por atentar contra nuestra imagen. Y, concretamente, me refiero a las calles que circundan el entorno del Hotel Infanta Cristina, las cuales son inevitables vías de paso de los turistas que vienen a nuestra ciudad y que nada más salir de su alojamiento hotelero, en busca de una parada de bus para acceder al centro, deben causarles verdadero asombro tal cantidad de asquerosidad que se encuentran a su paso. Obviamente, no se trata de apostar un policía local detrás de cada dueño de perrito, pero, a la vista está que no basta con anunciar la medida económica coercitiva, sino que, además, hay que ponerla en práctica. Sólo así parece ser que se consigue educar a determinadas personas incívicas.