¡Aquí nunca pasa nada! ¿Para qué?

24 jun 2018 / 10:53 H.

No les engaña el “señor Jota” cuando les dice que a Jaén la parieron libre, pero luego los prebostes la hicieron dependiente de por vida y como ejemplo pone la plaza Deán Mazas, un antiguo rincón maravilloso que enlazaba el Pósito con Las Palmeras y que le pusieron en medio Hacienda para fastidiarse entre las familias pudientes que a dedo gobernaban ayuntamientos franquistas y por castigo engordaban cuentas corrientes del régimen. No se ha orillado ni un soplo al relatarlo, que eso es verdad como que la Catedral no se la llevaron porque no pudieron. Entre desesperanzas que saben a añejo y seguramente caigan en el saco del olvido para las nuevas generaciones (ya tienen bastante con arrear con la hipoteca) al “señor Jota” se le ha venido el “aparejo a la barriga” en esta entrega de fin de mes. No hay forma de que se acomode al calor mortecino de la noche de Jaén. El hombre que sólo acepta ser espectador y juzgador es la peor especie que hay. Es ese ser pasivo, autocomplaciente, plano, que se permite juzgar sin haber actuado nunca, estar de vuelta, sin haber ido nunca”. La nota, soberbia por descriptiva y clarificadora porque muerde sin compasión, se la tomó prestada hace tiempo al filósofo Rafael Argullol y para el “señor Jota” es la piedra de bóveda en el que está anclado el nada imaginario edificio que conforma el paisaje y el paisanaje de Jaén. Son las gentes, pocas pero señaladas que, verbigracia, saquean las organizaciones (de todo tipo y condición) y van dando lecciones de moralidad a sus vecinos o las que siempre están emponzoñando, malmetiendo, maltrayendo, su oficio es piar en las esquinas, tras las cortinas y en los mostradores para que así, aún cayendo en el resuello, nadie ose tomar la palabra y señalar sus osadas y olorosas vergüenzas. Luego está el tercer espécimen de jaenero jodiente, tan dañino como los otros dos, pero que no suele señalarse más que en contadas ocasiones, es invisible pero está, es tan cabrón como el que más pero normalmente tira la piedra y esconde la mano o, lo que es peor, hace a alguien levantarla para salir indemne y victorioso (son expertos en hacerse las víctimas). A estos bichos los llama el “señor Jota” los picamierderos (vegetan alrededor de los bajovientres del Poder) y su noble oficio es que en Jaén el mañana sea el mismo que el ayer y a ser posible, el pasado mañana exactamente igual que hace un lustro; por todo se quejan, a todo disparan, si es algo novedoso hasta lo convierten en diana no vaya a ser que Jaén se señale porque pasan cosas, que aquí nunca tiene que pasar nada. Nada. Y de la nada, pues la nada más auténtica que es Jaén... Que en otra ciudad el edificio de Hacienda hubiese sido demolido para darle a la ciudad la plaza que una pelea de familias franquistas colocó en medio para joderse entre ellas, pues aquí se le echa una millonada en obras de restauración... “Nunca digo todo lo que sé, pero digo lo que pienso. Me dijeron en una ocasión que no se podía sobrevivir diciendo la verdad sin caer en la marginación. Pues aquí sigo”, lo afirma tan campante Paolo Vasile, el jefe de Telecinco. ¿Lo mismo en Jaén?