Amiga genetista

13 feb 2018 / 09:02 H.

Siempre aduciré que uno no está preparado para procesar información sobre el genoma humano, si previamente, no ha recibido la educación adecuada. Para ser más preciso, argüiré que resulta una irresponsabilidad poner esa información en contexto si no es con la ayuda de una genetista. Por la ayuda prestada, le he agradecido a mi amiga el interés que se ha tomado para que, a pesar de mi ignorancia, pueda entender los nuevos hallazgos aportados por la investigación científica en el campo de la genética. De hecho, el agradecimiento, está integrado en la secuencia química que trasporta la transmisión de caracteres hereditarios... Vincular el cociente intelectual con subunidades del ADN denominadas nucleótidos, resulta tan apasionante, como asociar el genotipo propio, con la tendencia a engordar ingiriendo alimentos grasos, con la tendencia a levantarse temprano, o con una memoria verbal relativamente pobre. El día que mi instruida genetista, acometió la tarea de explicarme qué era la genética, despertó en mí la curiosidad por el “conocimiento ilimitado”. Me informó de que los genes que he heredado, son genes que llevan aquí toda la vida. Compartió la información que cifra los riesgos genéticos de padecer cánceres puntuales. Gracias a lo aprendido, sé que puedo enfrentarme a alteraciones de genes que hasta hace poco no podían revertirse. Situaba una linda célula madre, con su fabuloso núcleo y ADN, en el trayecto permanente de ida y vuelta a la naturaleza. Explicó que el código genético está expuesto a que la selección natural, actúe sobre la estructura helicoidal de los cromosomas, lo que permite suministrar a moléculas seleccionadas, nutrientes esenciales que facilitan a la célula, la producción de una cadena de aminoácidos, y así, la información genética, contenida en el núcleo celular en forma de ADN, será copiada por el ARN, o mensajero que transporta la información al citoplasma con la intención de crear proteínas. Mi experta genetista afirma que los aminoácidos en una proteína, se corresponden con el orden de los nucleótidos del gen, todo lo cual, recibe el nombre de código genético. Y afirma que para identificar, por todos los medios conocidos, los millones de pares de bases químicas que conforman los cerca de setenta mil genes que contiene un genoma que busca frenar el envejecimiento y alargar la vida (la edad está grabada en los genes), habría que dedicarle medios y personal con el que ella y su equipo no cuenta. Le confieso medio en broma que al secuenciar mi genoma, hallarían un genoma mayor de lo que esperaban, porque entre sus estructura de proteínas, azúcares, grasas y ácidos nucleicos, descubrirían varios genes que no comparto con el resto de los humanos, factor este que ha facilitado que me hiciera resistente a cualquier tipo de ambiente en el que me viera implicado. En resumen, soy un mutualista que produce un beneficio que se implica, con un mínimo de genes, en el proceso de información que activa el proceso de la vida. En él, incluyo la restricción calórica y el ejercicio diario. Confieso a mi amiga que resulta difícil resistirse a la biomedicina, y me añade que los avances científicos, aliviarán el ánimo de quienes aún no han podido beneficiarse de los mecanismos génicos que silencian los genes activados que causan enfermedades tumorales...