Afortunados en el amor

23 dic 2017 / 11:37 H.

Se cierra el ejercicio económico de la campaña de aceituna 16-17 con cifras récord. Ahora, cuando nos acercamos al ecuador de la recogida de la siguiente campaña, empezamos a entender que lo importante no es tanto la producción en kilogramos, sino la facturación en euros. Probablemente, esta campaña que cerramos ha sido la más rentable y la más exitosa, desde el punto de vista de facturación, de la historia del sector. Es cierto que la 2013-14 se apuntó el tanto de la mayor producción con más de 775.00 toneladas de aceite en nuestra provincia, pero esta, con algo más de 500.000 toneladas se ha anotado el puntazo de la de mayor facturación a tenor de los magníficos precios a los que se ha vendido el aceite de oliva. Se ha dado la combinación perfecta de producción y precio. No por más producción existe más rentabilidad, de ahí lo importante de incorporar valor económico al producto. De hecho, a mayor producción, el árbol se agota con la amenaza de vecería en la posterior campaña. He aquí un año, el 2017 para enmarcar en el álbum de los buenos recuerdos, porque al final lo que importan son los euros y no los kilos.

Las expectativas para 2018 son positivas, pero aún con demasiada incertidumbre. En lo que a la cosecha oleícola se refiere, la producción en kilogramos no es en absoluto positiva. Vamos muy cortos, teniendo en cuenta el tirón de la demanda a nivel mundial, y mucho nos tememos que el precio subirá a niveles que puedan penalizar el consumo. No por vender más caro, fidelizamos a nuestros clientes, que pueden encontrar un sustituto en grasas más económicas, como de hecho está ocurriendo en el mismo territorio español. En el ámbito empresarial provincial, y tratando de alejarnos del pesimismo con denominación de origen, debemos advertir de una incertidumbre en los mercados, que está retrasando la llegada de inversiones. Según informes del Consejo General de Economistas, existe una mayor apertura crediticia por parte de los bancos, pero la economía provincial podría crecer a mayor ritmo si esa apuesta fuera más decidida y las pymes estuvieran más facilidades de financiación para inversiones productivas o de circulante. No deberían estancarse en la bandeja previa a la denegación, propuestas de financiación de proyectos destinados a la modernización de nuestras empresas. Ante el efecto rebote de la economía y ante los bajísimos tipos de interés que tenemos en la actualidad, los inversores van a apostar por un apalancamiento financiero que les permita obtener más rentabilidad económica, que el coste que deben pagar por endeudarse. Estamos ante un momento ideal para dar un paso adelante, y para ello deben darse las circunstancias crediticias que lo promuevan. Es inevitable que toda iniciativa empresarial cuente con un mínimo de incertidumbre, y es difícil nadar sin mojarse el culo, pero acertaremos si nos orientamos hacia potenciar nuestras ventajas competitivas que nos harán menos vulnerables ante futuras crisis venideras. Es preciso trabajar la viabilidad técnica, y también la económico-financiera, pero igual de necesario es corregir los efectos de la mala educación económica en la gente que nos rodea. Por desgracia, se mantiene presente una visión ideológica de que los empresarios siempre salen mal parados, y no se presenta a las iniciativas de estos como una suerte que mejora la calidad de vida de los ciudadanos. Sin darnos cuenta, el fracaso de la educación en economía de nuestros jóvenes tiene un alto precio por el efecto frenazo a iniciativas empresariales. Seguir esperando a que la buena suerte dé un buen empleo suene en el teléfono móvil, viene a asimilarse a que tu pequeña bola salga del bombo justo en el momento en que la bolita del gordo cae en la tacita de al lado. No es imposible, pero a la vista del sorteo de ayer, sí que es muy improbable. Afortunado en el amor, mala suerte en el juego.