Adiós al cantor del casco viejo

Nicolás Ortiz Bueno, nacido en Baños de la Encina, se marchó silencioso de Jaén antes de Navidad >> Era un hombre bueno, un gran tipo al que las esquinas de la vida le descerrajaron el alma a jirones >> El casco antiguo ya no será igual sin él

13 ene 2019 / 11:06 H.

No correrá la San Antón Nicolás Ortiz Bueno, tampoco las corría nunca, pero este año no hará rosetas, ni compartirá anís y unos versos, además de abrazos fuertes y sentidos, que así era el bueno de Nicolás, un tipo rudo y franco, directo y llano, con una voz inmensa y un corazón forjado a palos de sentimiento. No tuvo una vida fácil y la vida se le fue de entre las manos de la forma más inesperada, cuando ya rimaba en verso su jubilosa jubilación. Ripio sobre ripio y también pareados, que Nicolás le daba a todos los palos de la amistad y, también, de la literatura. Nunca jamás en Jaén un señor tan poco dado al ungüento sacramental literario del que algunos no salen nunca, hizo tantos y tan buenos escritos de las cosas sencillas de Jaén. Y del casco viejo, que se nos ha ido de entre los vivos, el más grande y mejor cantor del moribundo casco antiguo. Lo conozco y bien, que la vida nos permitió el roce y el cariño mutuo, pues hemos escrito al unísono decenas de crónicas deportivas para este periódico en los años 80, festejado los santos y fiestas de guardar del viejo Santo Reino por delante y por detrás de una barra y en los últimos tiempos fui su jefe, además de su Juanito querido, como escribiente de Opinión. Valiente y mordaz, comprometido y puñetero, capaz de decir las cosas como hay que decirlas, sin casarse con nadie, que él ya estaba casado con la esencia más genuina de esta tierra, a la que adoraba y que prendía en su pecho como defensor a ultranza de su historia y tradiciones. Nicolás Ortiz tuvo problemas con el insoportable y manido establishment jaenero al que no le gustaba sus verdades del barquero. Este escribiente que hoy rememora con lágrimas en los ojos a un amigo de añejo, le encantaría que todos los opinantes y opinadores le diesen los mismos problemas por escribir eso que no gusta a los que mandan. Descansa en paz, en la paz eterna que mora y puebla en los cielos, que esta buena gente, que sin aspirar a nada, sin buscar nada, se encontró con las peores esquinas de la vida que sabiamente compensó con la amistad y la entrañable charla como sustento de su ser cuando no tenía un libro en la mano. Nicolás, cuánto te echo de menos.