Acotaciones en torno a la creatividad

11 jul 2016 / 18:00 H.

Hace tiempo, un día 2 de febrero, la Real Academia de Bellas Artes de Granada me confió el discurso de apertura del curso académico 2006-2007, cuya reflexión me sirve para trazar estas líneas de atención y felicitación a los seis creadores que Diario JAÉN distingue con motivo de su 75 aniversario de existencia, en torno a la información y la cultura de estas tierras del otrora llamado Santo Reino: lo primero es informar, dar a conocer..., después vendrá el estudio. No otra cosa ha hecho Diario JAÉN que informar de la existencia de estas seis personas; dar a conocer su valía en el amplio universo de la creatividad, aquí evocada a través de Begoña Rueda, Elena Pancorbo, Antonio Gonzalo, María Jesús Pérez, Cristian Palomino y Mari Ángeles Martínez; cuyas trayectorias abarcan campos como literatura, ilustración, cine, diseño, música y canto.

De aquí las acotaciones siguientes en torno a la relación entre creación, ética y modernidad, tres aspectos del pensamiento implícitos en cualquiera de las manifestaciones ejercidas por estos galardonados; en gran parte sostenidos sobre un arco que descansa entre el pasado y el futuro, dejando el presente como lugar de tránsito experimental. Tal es la plataforma de los seis creadores a los que, de algún modo y sin reservas, ha rendido tributo Diario JAÉN, con un padrino de lujo como Ginés Liébana en el campo de la creatividad española de la segunda mitad del siglo XX; admirado y muy singular pintor, dibujante ejemplar y poeta de tan prestigiosa y prestigiada luminosidad como corresponde a los componentes de Cántico, grupo de poetas cordobés del que nace y sigue este joven artista jaenés que anda ya solo a un lustro de cumplir el siglo y, en palabras de Juan Espejo: “En pletóricas circunstancias de brío creador”.

En semejante marco de excelencia, cobran actualidad los nombres de estos creadores, tras el tenaz trabajo que respalda el quehacer de cada uno de ellos dentro de un territorio que no esconde su complejidad a la hora de cultivar la lógica experimental de la ética, la estética y la modernidad en el agresivo discurso que, de modo inexorable, parece conducirnos hacia esa sociedad licuada de la que habla Zygmunt Bauman; de aquí la urgencia de un concepto de mirada verdaderamente moderna que, fuera de las dictaduras vanguardistas, tendente al pensamiento único, contemple conductas contrarias al espíritu manifestado por Charles Parrult en sesión de la Académie Francaise del 27 de enero de 1687. Por lo demás, muy anteriores a la las fechas en que Ortega y Gasset redacta La deshumanización del arte (1925) y andaba dando cuenta de La rebelión de las masas; cuyos trabajos se publicaron como libro en 1930, casi un siglo después que Hegel, un tanto conmovido y bastante admirado, exclamase aquello de: ”¡Las masas avanzan!”

Sí, han transcurrido décadas desde entonces y estas han evolucionado hasta convertirse en un grupo de público muy amplio que, hasta donde es presumible, sostiene modos de producción cultural propios y, desde luego, tan atractivos como conductistas y peligrosos a la hora de alimentar la lógica del capitalismo consumista, cuya contemplación en un sentido profesional, tiende a desarrollar una masa supuestamente cultural, principalmente integrada por personas que están en las industrias, pero también en aspectos del conocimiento y parámetros de los diferentes modelos de comunicación, quienes junto con sus familias, se elevan en todo el mundo a varios millones de personas.

Este enorme grupo social, creado casi de aluvión, está facilitando que el arte y la literatura de la última centuria ganen en fluidez tanto como pierden en ejemplaridad (reparemos, entre otras, en la conducta del Vargas Llosa más actual) debido a la frivolidad, al desarraigo, y esa cosificación que impulsa el rechazo a las minorías egregias; en rotundo deterioro debido al capricho de quienes, como los búfalos, desean enturbiar las aguas para que parezcan más profundas en beneficio de una cultura licuada y un tanto nimbada por el mesianismo mal comprendido que arropa y resguarda las vanguardias del siglo XX, alentadas por toda una pedagogía estúpida, superficialmente “buenista”, conducida por intereses bastardos, tendentes a confundir el todo con la parte.

Los orígenes de este proceso podemos buscarlos en ese punto cero coincidente con las llamadas vanguardias artísticas, que no modernidad; cuyo paradigma, es el Cuadrado negro de Malevich, pintado en 1914 como un acto pretendidamente transgresor. En cualquier caso, tres años anterior a la recurrente y socorrida Fuente duchampiana, cuyas consecuencias pasan del territorio del arte al de la sociología más responsable de cuanto acaece hoy en un universo conmovido por guerras de todo tipo en las que el término “vanguardia” alcanza su verdadero significado y, claro es, figura a mucha distancia de la búsqueda estética, ética y creativa de estos creadores galardonados por Diario JAÉN.

Barrunto (creo poder hacerlo) que todo este complejo juego de palabras y conceptos pertenece a un proceso de pensamiento más complejo que los del propio arte sobre el que se desea esconder su verdadera faz suicida con estupideces de tan escaso alcance como el “orinal” duchampiano, coartada para ignorantes y todo tipo de pícaro y avispados intelectuales, cuyos verdaderos principios están en la siguiente reflexión atribuida a Flaubert. Dice así: “Basta mirar intensamente una cosa, para que se vuelva interesante...”.

Fuera de otro discurso, esta es la lógica del todo vale que conduce en la línea que fija la educación y la cultura como meros soportes del consumo que domina la época en la que trabajan las personas a la que Diario JAÉN ha destacado por su ejemplaridad; como antes decía, muy distante de las trincheras culturales ya aludidas que fomentan mirar hacia fuera más que hacerlo hacia adentro, lugar hacia el que el verdadero arte actual, en cualquiera de sus manifestaciones, como una forma de pensamiento colectivo o personal, ha de mirar o mirarse.

Efectivamente, parecería que el futuro se conduce de otro modo y, como asevera Claudio Naranjo, repetidamente propuesto para el Nobel de la Paz y, desde luego, desde posiciones muy distantes a las de algún petimetre aupado por la actualidad, “nos han criado para la ceguera”. Una ceguera que tiene que ver esa fe del carbonero que, en estimaciones de Félix de Azúa, guarda cierta relación con la que Flaubert sentía por la prosa y la estética nihilistas, tan separada del sentido moralizante que, en 1799, le atribuyó Jacobi, como próxima a la intención que Nietzsche y Heidegger infundieron a esta línea de pensamiento, integrándola en el debate histórico-cultural de hoy y, claro es, al proceso de su acomodo.

Por lo demás un debate que tiene que ver con la ética y la estética de un concepto de creatividad sostenido por un aliento humanista que una parte de la juventud actual, no obstante la enorme aspereza de la época que le ha tocado vivir, comparte en su más interiorizado anhelo. Ciertamente, alejada del estándar que se nos desea vender, existe una juventud preocupada por todo aquello que constituye valores a seguir. Junto a la juventud de “botellón” existe la del deporte, la políglota; en fin, la del estudio constante a la búsqueda de excelencia para abrirse camino y cimentar, por encima de todo, un futuro mejor. Sí, una juventud solidaria, desplegada en activos grupos que buscan la manera de ser útiles, muy al contrario de quienes, desean construirse para estar, que no para ser y, parafraseando a Julián Marías (me refiero al filósofo, no al novelista) se ajustan a ese perfil de personas que con demasiada frecuencia sacrifican el ser, al ser distintos, lo que no deja de ser un concepto de cantos de sirena cuyo atractivo cuenta con precedentes tan remotos, repetidos y desalentadores como el de Ulises. De aquí, la visión distorsionada y los resbaladizos conceptos que prevalecen de la juventud actual; probablemente, desde que me acompaña una pizca de memoria, la que a más alto precio está pagando cualquier logro, por mínimo que este sea. A esta juventud pertenecen las seis personas aquí evocadas por la creatividad de su trabajo y por su ejemplaridad.