Acoso escolar

Desde esta columna, quiero alzar la voz para que esta sociedad, que los somos todos, deje de blanquear, ocultar y tratar de soslayo el tema del acoso escolar. ¿Os imagináis si ustedes tuvieran que asistir al colegio en estos tiempos con miedo a ser rechazados? Y si a ese miedo, que ya es un peso extra en la mochila de un escolar con el panorama cegato en bucle que tenemos con vistas al futuro, se le sumase el miedo a que todas las mañanas de los días lectivos de su corta vida te agredan, te insulten, te intimiden, te amenacen, te roben, te ridiculicen, frente al resto de escolares. Menudo panorama. Ese terror que supera todo en la infancia y en la adolescencia tiene nombre y se llama acoso. Terribles son las peticiones de auxilio y espeluznantes las declaraciones in extremis que algunos escolares valientes eligen como puerta de salida de la oscuridad en la que viven cinco días de la semana en su propia piel siendo acosados. Y temblando los dos días siguientes, rezando para que el tiempo del finde se estire tanto que el lunes no llegue nunca. Otros escolares derrotados y humillados en su tierna infancia y adolescencia deciden que ya no pueden más y se suicidan. Así es. Este tema no es baladí.