A Mariano Rígoli: yo digo

14 mar 2016 / 09:20 H.

Mediando de largo el presente mes, querido Sancho, parece que el personal va poniendo su granito de arena en la montaña electoral, que el 20 de diciembre trajera, como resulta una variedad sin parangón, conocido en el abanico electoral tan multicolor, abriendo así una tercera vía en lo del bipartidismo. Con todos los preceptos legales, el rey, recibe en Casa Real a los distintos grupos en aras a mantener conversaciones para la formación del nuevo gobierno. Todo parecería tan normal, si el presidente en funciones, Mariano se negara de plano en ser el quien hubiera el menester. Toma una de sus famosas haciendas: la huída. No comparece. Y en esta ocasión, ni en plasma. Finalmente, la firma de entente entre Ciudadanos y PSOE, proponen como candidato a Pedro Sánchez. Debate de investidura, donde el aspirante, aún a sabiendas del poco éxito proclive, se presenta. Van desfilando por la cámara los distintos cabezas de series con una oratoria de citas de personajes, bien conocidas y cocinadas. El aspirante que no logra pasar el corte, ni en primera ni en segunda situación. Por lo que en vista de lo cual se abre un nuevo compás de espera y para no empezar por la casilla del uno, en este juego de la noria, el monarca suprime la idea de recibir de nuevo al paisanaje. Tiempo de espera, aunque me voy a tomar la licencia visto el tiempo transcurrido de aportar también una de mis citas preferidas. Pertenece a Napoleón y reza así: La política a veces parece una casa con lucecitas de colores en la que las pupilas son bastante feas. Y es que eso pareció en algunos momentos, el Parlamento, las risas propias de un asueto de resaca en una despedida de soltero. Si hasta la “Pinito del Oro”, de la política, Celia Villalobos, lo comparó con un circo de siete pistas. En fin, ya vendrán otros López. Aunque, mientras el hambre nos termina de devorar, señor Rajoy, hágale caso a su expresidente de Murcia, del PP, Alberto Garré y lárguese. Personalmente, el que subscribe y al colectivo de parados que aumentó una vez acabada la aceituna, mándeles una carta, ellos no tiene quien le escriba, salvo hacienda.