A Dios rogando....

05 feb 2018 / 10:31 H.

Está claro que, después de dimes y diretes de todos los colores, el tranvía de Jaén, esa infraestructura millonaria en vía muerta desde mayo de 2011, se pondrá en funcionamiento más pronto que tarde. Los roces internos y externos entre quienes tienen mucho que ver en un embrollo que aburre a la ciudadanía tienen los días contados. Las encomiendas a la providencia divina y, a la vez, el esfuerzo económico y político entre quienes no tienen más remedio que entenderse harán que la historia interminable del lagarto mecánico tenga un final feliz. Rogar a Dios y aporrear con el mazo dará sus frutos en una ciudad rica en contaminación y congestión viaria y pobre en progreso y modernidad.

El Ayuntamiento de Jaén, gobernado bajo las mismas siglas que consiguieron bloquear el botón de la marcha, dibuja una clara hoja de ruta sobre un modelo de ciudad en el que el sistema tranviario jugará un papel esencial. Sirva de ejemplo la Estación Intermodal. El alcalde, Javier Márquez, proyecta su construcción en Vaciacostales, justo en la última parada del tranvía, dos infraestructuras que se nutrirán mutuamente, porque para llegar a la estación será clave subir al tren y para que se incrementen los viajeros será fundamental que haya una estación de trenes y autobuses a las afueras de la capital. Ya no hay excusas para frenar su reactivación. Existe una generosa oferta por parte de la Junta de Andalucía, dispuesta a asumir el 40% de la explotación gracias al carácter metropolitano de la línea tranviaria. La Diputación, en una clara apuesta por hacer realidad un sueño, aportará el 20% a través de un acuerdo publicitario. El Ayuntamiento, la Administración que tiene la responsabilidad en el transporte público, financiará el 40% restante. No hay quejas al respecto. Tampoco existen zancadillas dentro del Partido Popular con capacidad suficiente, a estas alturas de la película, para frenar el proyecto. Sí hay voces discordantes, incluso en el seno del equipo de Gobierno, las más próximas al anterior alcalde, el mismo que prometió que nunca subirá al tranvía.

El actual, sin embargo, hará lo habido y por haber por dar sentido a un trazado convertido en apeadero. Enfadado y desconcertado por la falta de comunicación con los representantes políticos jiennenses con competencias en la interlocución, viajó hasta Sevilla con la firme intención de encontrar algo de luz al final del túnel. En un tira y afloja en el que pretende que la puesta en marcha del tranvía sea lo menos gravosa posible para las castigadas arcas municipales, se alió con Ciudadanos para, según él, forzar a la Junta de Andalucía a firmar un convenio que ponga fin a tanta polémica. Consiguió el compromiso de Juan Marín y de la jiennense Raquel Morales de forzar la máquina con un alto cargo de la institución regional gracias a una premisa clave: la formación naranja apoyó los presupuestos andaluces con la condición de que el tranvía de Jaén se pusiera en funcionamiento y, en su afán de fiscalizar hasta la última línea, se aliará con quien haga falta hasta comprobar que los trenes cambiaron los sacos de arena por viajeros de carne y hueso. La reunión dio sus frutos. La respuesta, que fue inmediata, llegó en forma de comunicado de la Consejería de Fomento y Vivienda, dirigida por el jiennense Felipe López, en el que anunció la remisión de un convenio al Ayuntamiento, esta misma semana, para la reactivación del sistema. La “Entente Cordiale” que no se pudo firmar entre las dos corrientes del Partido Popular tiene todas las papeletas para ser rubricada en un conflicto político en el que debe prevalecer el interés general por encima de las medallas.