2018: Me queda la palabra

31 dic 2017 / 00:26 H.

Frente al servilismo y la sumisión, la palabra; ante el peloteo y el encantamiento, la palabra; frente a la adulación y la zalamería, la palabra; frente a la lisonja y la babosería, la palabra; ante la anulación y el apocamiento, la palabra, siempre la palabra, que no deje nunca de acompañarnos la palabra, no hay mayor libertad que se conozca que la palabra. Tan apocado y últimamente también senil por fuerzas flacas de tanta mediocridad y obediencia, el “señor Jota” igual aúlla cual lobo solitario que pía como manso pollito de granja. Mas siempre tiene la palabra a mano, no se calla, aunque le manden callar, no se achanta ante los rebuznos de quienes pontifican a estómago lleno, procura no acobardarse frente a los bufones del Poder, los mediáticos gacetilleros que gruñen y relinchan, balan y graznan, incluso mugen y berrean siempre a olla caliente con el sudor y los impuestos de todos. Cacarean, amigo Sancho, luego sigamos palabreando. El gran Federico lo dijo en su pueblo en 1931: “En el mundo no hay más que vida y muerte y existen millones de hombres que hablan, viven, miran, comen, pero están muertos”. Los muertos vivientes y los dueños de vidas y haciendas, herederos del pancismo y la bartola, pregoneros enfermizos de la mentira, que no hay nada más creíble que una mentira bien armada, para eso se inventaron los pesebres y los pesebreros, gentuza que lleva en su bolso un montón de culpas ajenas, ninguna propia. Qué bueno que nos quede la palabra, la memoria y la palabra, la dignidad de lo aprendido, la humildad de lo que nos queda por aprender, que el “señor Jota” es de los que cada día le sangra una cicatriz pero por ella bulle también su vida, verbo a verbo. Todo está en las palabras, que escribía Neruda: “Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas. Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto”. Me queda la palabra, se recita a sí mismo, una y otra vez, como Blas de Otero y Paco Ibáñez: “Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré (...) si he perdido la voz en la maleza (...) si he sufrido la sed, el hambre, todo lo que era mío y resultó ser nada, si he segado las sombras en silencio (...) si abrí los labios hasta desgarrármelos, me queda la palabra”. Si me señalan, si me crucifican, si me hacen invisible, se conjura el “señor Jota”, siempre me quedará la palabra. “La palabra pregunta y se contesta, tiene alas (...) La palabra es tan libre que da pánico, divulga secretos sin aviso (...) la palabra es un callejón de suertes y el registro de ausencias (...) la palabra es correo del amor pero también es arrabal del odio, golpea en las ventanas si diluvia y el corazón le abre los postigos y ya que la palabra besa y muerde, mejor la devolvemos al futuro”. (Mario Benedetti). A boca llena de bellas palabras y mucha libertad para aventurarse honradamente la vida, el “señor Jota” brinda por su felicidad en 2018.