y un café

19 may 2017 / 10:19 H.

Escribo en la cafetería llena de repetidos humanos: 3 camareros, la mujer mayor que patalea sus piernas infantilmente, una joven pareja y yo, (también me anoto). María es la mitad de esa pareja, está muy gorda, sé su nombre porque fuimos juntas a EGB, ¿cómo se apellidaba? El móvil aún no busca en nuestros recuerdos, ¿Pérez? No sé si sabe si soy Belén de EGB o la chica que ve durante 10, un montón o 100 domingos seguidos. La barriga de ella ha cambiado por un carrito blanquísimo de bebé. Antes de entrar la he visto cómo hablaba con su marido, él vende cupones. ¿Qué será estar casada? ¿Yo? soltera y sin hijos. Hoy la protagonista de mi relato es ella. Recuerdo las tablas de multiplicar, pero no sé si la invité a mis cumpleaños, si su color favorito era el blanco, si tenía hermanos. ¿Ortega? Esa es la crueldad infantil. Hoy me atreví a saludarla. Hoy le enseñé este relato (gracias). Imagino el porqué de ese blanco tan perfecto del carrito: en las ruedas, en los tornillos, hasta en los peluches. Es por su marido que vende cupones, ese carrito blanco recibe toda la luz del día y es su hijo. Y le ve. Encuentro la orla. Ya sé tus apellidos.