Angelitos
blancos

31 oct 2017 / 10:22 H.

De mucho más joven, me impresionó de forma indeleble la visión de esos nichos que se quedaban a mi derecha cuando bajaba la calle principal del cementerio de San Eufrasio. Nichos de color blanco con angelitos también blancos y grandes letras doradas. A mi izquierda varias calles, de las cuales la más ancha por aquella época era la última y ahora es la central. En ellas las lápidas eran graníticas piedras de colores grises, negros o jaspeados. La curiosidad y el entendimiento me llevaron a la comprensión de que aquellas lápidas blancas encerraban nichos de cuerpecitos de tiernos niños de corta edad. La ausencia de los que queremos justifica nuestra propia presencia o visita o, cuando menos, nuestra mirada a un cementerio. Ser capaces de situarnos en el lugar de los otros nos lleva a comprender su presencia. Los demás también están allí porque les duele alguien al que quisieron y al que quieren y cuyos restos permanecen tras esas lápidas. Incluidos esos angelitos blancos que dejaron de estar con los suyos a temprana edad. No está demás contemplar en algún momento del año esos Campos Santos en cuyas lápidas está escrita parte de nuestra historia, personal y colectiva, y de la que nosotros algún día formaremos parte.