Amar al prójimo
no es delito

26 feb 2018 / 09:11 H.

La jueza ha archivado la pieza de los ERE por las ayudas concedidas al Obispado de Cádiz; don Antonio Ceballos, en su serena ancianidad, no va a dormir más tranquilo por ello, pues su recta conciencia le dictó el actuar. “Su debilidad por pobres, enfermos y parados” le llevó a mejorar un centro geriátrico y, durante la reforma, solicitó y recibió una ayuda de la Junta para “salvar los puestos de trabajo que iban a la deriva”, ajustándose a lo que marcan las Administraciones; pese a ello el anciano prelado se vio investigado y envuelto en tan turbio asunto de corrupción y hubo de declarar como imputado; así es la Ley. Mucho ha tardado la Justicia en comprobar que los santos no delinquen, que el amor es la antítesis del delito, y por ello no solo excluye cualquier responsabilidad penal de trabajadores, obispo y personal del Obispado, sino que pone las cosas en su sitio: “más que delincuentes podrían considerarse víctimas o perjudicados por la actuación de la Administración”, que califica de caótica. Bien está lo que bien acaba; el bueno de don Antonio ha encontrado una Gracia inesperada, la del texto evangélico (Mateo 5:10): “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la Justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”.