Hermoso ecuador de devoción

Tres cofradías se lucen por la ciudad renacentista en la tarde del Miércoles Santo

18 abr 2019 / 09:40 H.

La Semana Santa llega a su ecuador y lo hace de la mejor manera posible, con tres de sus grandes cofradías; eso sí, con la mirada puesta en las nubes que amenazaban con deslucir la jornada. Túnicas marfil y capirotes morados inundaron desde primera hora de la tarde las calles del barrio de El Salvador, donde, a las puertas del templo de mismo nombre, se congregaron corazones deseosos de encontrase con el Santísimo Cristo de la Columna y Nuestra Señora de la Salud, Amargura y Esperanza “Las Lágrimas”.

Un poco más tarde, llegó un momento único para la ciudad con la salida del Santísimo Cristo de la Yedra desde las ruinas de la Iglesia del Convento de frailes menores de San Francisco de Asís, volviendo esta corporación así a sus orígenes fundacionales y, por lo tanto, recuperando un trocito de su historia. En el atardecer del Miércoles Santo, el Cristo de la Yedra se encontró con una comarca que mantiene, de generación en generación, el amor y la devoción por el crucificado que tanta piedad y fervor levanta en todo aquel que cruza la mirada con la suya. Llegada ya la noche, Baeza volvió a enmudecer ante la mirada del Santísimo Cristo de la Caída, quien, con su dulce rostro, atravesó el corazón de todos aquellos que aguardaron al “Señor de la Magdalena”. Culmen de promesas en torno a una de las imágenes más impresionantes de España que representan este momento de la pasión.

Tras él, Nuestra Señora de Gracia y Esperanza, portada con buen hacer por su cuadrilla de costaleros quienes, bajo los sones de la banda de música “Nuestra Señora de la Estrella” de la ciudad de Córdoba, brindaron momentos de verdadera esencia cofrade por las calles de Baeza. Algo similar a lo que ocurrió un día antes cuando, junto al bullicio a las puertas del Real Monasterio de San Antonio de Padua, la cruz de guía de la corporación penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte abrió el cortejo entre silencios y sobriedad. Por el recorrido habitual, un año más, el Señor de San Antonio recibió la devoción de sus baezanos, quienes reconocieron que solo en el hijo de Dios está la vida.