No a la orujera
de Escañuela

    05 feb 2018 / 10:31 H.

    Ha nacido un movimiento ciudadano en Escañuela, pueblo querido, villa tranquila y pacífica —grande de corazón— donde alguien ha decidido instalar una súper orujera que —según prometen de boquilla— creará puestos de trabajo para la que será de las más grandes del reino. La gente sencilla se ha puesto en pie para luchar por su salud y por lo poco que tienen: el aire limpio, la paz y el medio ambiente; no quieren ese progreso por más que les prometan chimeneas sin humos, plantaciones de chopos o reintroducir especies autóctonas que ya están. David, la gente sencilla, se enfrenta al Goliat del poder económico, las ciudades y los partidos. Recuerdan las luchas de sus paisanos de Andújar, Baeza, Arjonilla, Linares, Martos, Porcuna y las más lejanas de Cañete o Baena contra estos ingenios. ¿Si allí no las quieren por qué aquí? Los promotores no dan puntada sin hilo, los políticos tampoco. ¿Han pensado librarse de sucias orujeras contaminantes que afean sus ciudades y largar el mochuelo a Escañuela? Trabajo les va a costar; han sabido movilizarse y llegarán al final; tienen apoyo de los pueblos vecinos —ay Villardompardo que beberá los humos— mucha buena gente que quiere su cielo azul; tesón no les falta y —lo más importante— tienen razón.