Una piedra en el camino

21 jul 2018 / 11:07 H.

“Ninguna victoria francesa resonó en Europa tanto como aquella derrota, que fue sin disputa el primer traspiés del Imperio. Desde entonces caminó mucho, pero siempre cojeando”. Benito Pérez Galdós, Episodios Nacionales. Bailén.

Mientras Francia festeja su reciente coronación como reina republicana del mundo balompédico, a lomos de un Mbappé tiránico en sus carreras y acompañado por una disciplinada tropa, en Jaén, los Reyes de España participan en otros festejos históricos, los de la Batalla de Bailén, episodio de altura en la Guerra de la Independencia, que brilla más en los libros de historia que en nuestra conciencia como pueblo. La primera gran derrota en campo abierto de aquella Francia voraz, arrastrada por el sueño napoleónico, tuvo lugar un 19 de julio en unas tierras que no estaban llamadas para la historia y que concentraron una suma de voluntades para doblegar a las tropas invasoras, la canalla. La piedra en el camino del Imperio tenía que ser en una tierra como esta, de irreductibles jiennenses que van a lo suyo casi siempre, en un remedo de aquella aldea gala de Asterix y Obelix, valga el aceite de oliva como poción mágica. Batalla que, cada año, Bailén celebra acorde con la debida importancia que tuvo el episodio y que, sin embargo, en contadas ocasiones, cuenta con el apoyo expreso de los primeros espadas políticos, vengan estos de la corte madrileña o sevillana. En esta ocasión, el alcalde, Luis Mariano Camacho, sí arrancó el compromiso de la Casa Real de contar con los Reyes para un 210 aniversario y, “et voilà”, con ello se obró el milagro de multiplicar el cortejo.

“Hemos ganado al mundo entero”, acertaba a concretar uno de los personajes de Galdós en triunfal silogismo: “Ya no queda duda que hemos vencido a Napoleón, y como este ha vencido a todo el mundo, resulta que nosotros hemos vencido al mundo entero...” . Ese exceso de triunfalismo no vale ni para la Historia con mayúscula ni, ya puestos, para eliminar a Rusia o ganar a Marruecos “a la pelota gorda”. Ya dejaba entrever otro personaje en el libro que el escritor dedica a Bailén que, con la marcha de los franceses, España volvería a caer en sus pecados seculares y el “tren” del progreso pasaría a otra estación. No es cuestión de enmendar la plana a personajes que no tienen derecho a réplica y acotemos también que, a aquellas difíciles tierras de paso, llegaron hoy los Reyes en helicóptero (emoticono que guiña el ojo). Los Reyes, como cualquier hijo de vecino, no pueden confiar en este tren.

Escribía el narrador canario que en aquella remota Andalucía, “tierra casi olvidada del mundo desde la expulsión del islamismo”, encontró el imperial ejército francés su piedra en el camino y el problema es que, siglos después, la piedra sigue estando en mitad de este dichoso camino. Solo así se entiende que sigamos dándole vueltas a la piedra, con viejas invocaciones, como si fuéramos cherokees clamando a los espíritus para que nos echen una mano, ya sea para pedir lluvia, trabajo o para apartarla del camino. Las de las comunicaciones, una maldición en cualquier lengua y, ahora, como otras tantas veces los problemas de contaminación de agua o de suministro en El Condado. Es difícil conjugar las bondades de vivir en estos pueblos (reales también) con las dificultades crónicas que son incapaces de subsanar sea Junta, Confederación o la Santa Madre Iglesia. Anecdótico, dirán; cíclico podremos corregir. Antes, en aquellos tiempos oscuros, la canalla estaba localizada entre invasores y amigos afrancesados. Hoy no sabemos contra quién levantarnos en armas. María Bellido, ilustre heroína bailenense, tendría hoy serias dificultades para, con su cántaro, dar de beber agua a las tropas amigas.