Sor María de Gracia

    11 dic 2018 / 12:04 H.

    Por fortuna, el inabarcable trabajo de don Rafael Ortega y Sagrista contiene historias como la de esta singular mujer de la que poco conocemos hasta que decide afincarse en Jaén a finales del siglo XV. Formaba parte del séquito de Isabel la Católica que recaló en la ciudad durante la guerra de Granada. Es sencillo inferir que debía ser persona de trato amable, hecha a las dificultades y de fácil contento, fiel tanto a su reina como a sus creencias. Tanto que quedó encantada con el convento de las clarisas de la ciudad, que fundó Fernando III por 1246, y aquí tomó los hábitos. Aunque ya peinaba canas, pidió con fervor, volver a ver el mundo con los ojos de su niñez. Y el prodigio se obró. Entre sus iguales, un alma cándida; para lo divino, casi una eminencia. Su gran devoción era el Nacimiento del Niño Jesús. Cada año, para Navidad, buscaba un recién nacido y, casa por casa, pedía limosna para el pequeñín: ropa y sustento. Luego, en una solemne procesión en el convento se los ofrecía a la Virgen. Al terminar la liturgia devolvía el bebé, con su “cesta de primera postura” a la madre. Siempre era la mujer más necesitada de Jaén. Sor María de Gracia hacía de ángel, pastores y Reyes Magos.