Repensando la cultura

    19 feb 2018 / 09:12 H.

    Que más de doscientas personas se reúnan en Baeza, centro cardinal de la provincia, para intercambiar ideas y proyectos, quejas e ilusiones, entusiasmo y decepción, resulta tan insólito como loable. Un síntoma de que en contadas ocasiones alguna institución, en un rapto de sensibilidad hacia la cultura, se dice fuera miedos, vamos adelante, convoquemos a la gente, y salga el sol por Antequera. Porque “hay que darle un meneo a esto”. Para que no nos quedemos con el regomello de no saber qué habría ocurrido si hubiésemos comenzado a construir desde el diálogo, el análisis, la confrontación de argumentos... un diagnóstico mínimamente válido sobre nuestro panorama creativo.

    El caso real y verídico es que 19 años después de que apareciese el Plan Estratégico para la provincia de Jaén, por fin se ha reunido un primer Foro para pensar, repensar mejor, las causas de nuestra pobre geografía cultural, los mimbres con que contamos para convertirla en tierra fértil, y los cultivos más adecuados cuando ya andamos transitando, mal que bien, hacia los 20 años de este tercer milenio.

    Mucha, mucha gente, de todas las edades. En común, la preocupación por el hecho de que no avancemos al ritmo necesario. Inquietos porque la música, la danza, el teatro, el cine, la edición, las artes plásticas... el patrimonio de esta tierra, lo tengan tan crudo para salir a flote, sacarle brillo y provecho a nuestro talento y, de paso, abrirnos a las corrientes de un mundo acelerado por las nuevas tecnologías.

    Si la cultura no sirve para hacernos felices, ¿qué sentido tiene? Y lo cierto es que se respiraba felicidad entre los nobles muros del Palacio de Jabalquinto. La gente se conocía, se abrazaba, compartía unas tapas, intercambiaba tarjetas y teléfonos entre las columnas renacentistas, departía sobre mecenazgo, diseño, comunicación o gestión cultural. En un feed back gozoso, primerizo para este mar de olivos. Y lo mejor es que el I Foro por la Cultura de la Provincia de Jaén, promovido desde la Diputación y la Fundación Estrategias, no es sino un punto de partida hacia el futuro inmediato; al menos para los responsables de la iniciativa: Inma Herrador, José Lucas, Juan Ángel Pérez o Antonio Martín. Ya se aguarda que los cientos de aportaciones aparezcan en un primer Libro Blanco sobre la Cultura en Jaén, se especula sobre futuros encuentros sectoriales, se apunta la necesidad de mayores recursos económicos destinados a las industrias culturales, se apuesta por la innovación y el apoyo a los creadores de vanguardia... y hasta se señala con el dedo la falta de criterio del Ayuntamiento de la capital, o la inasistencia masiva al Foro de alcaldes y concejales de todo signo político, evidencia de lo poco que interesa la cultura entre los responsables de la gestión municipal. “Si hubieran estado aquí, habrían regresado a sus pueblos con un máster”, comentaba entre pasillos uno de los impulsores del evento.

    Hubiesen vuelto con la cabeza más libre, abierta a nuevas experiencias y pensamientos... Y sería mucho más fácil la tarea de los programadores culturales, de los técnicos de cultura que, en la mayoría de los casos, se enfrentan a la incomprensión y al desinterés de sus jefes cuando plantean una propuesta renovadora o, simplemente, contemporánea. ¡Claro, que para estar en Baeza había que recortar el justo y necesario fin de semana! Eso es lo que hicimos los doscientos y pico asistentes. Y pondré un botón de muestra: en la noche del jueves 15 nuestro mayor dramaturgo, el vilcheño Alberto Conejero —recién regresado de Perú, donde han llevado a escena su magistral “La piedra oscura”— asistió al estreno de su versión de “La tempestad” en el madrileño Teatro de la Zarzuela. Pero al alba del viernes tomó el tren hacia Baeza, para hablarnos de las nuevas fronteras del teatro, un apasionante alegato frente a la indiferencia de ciertos poderes hacia lo cultural.

    Cuando salga a la luz el prometido Libro Blanco, remítase a nuestros munícipes. Les vendrá bien leerlo... aunque ya no podrán sentir el aliento y la vida, la frescura que se respiró en Baeza esos días. ¡Lo que se han perdido!