Por orden del señor ministro

15 sep 2018 / 11:20 H.

Se hace saber que por orden del señor ministro, el tren entre Granada y Madrid —con parada en la Estación Linares-Baeza para que el maquinista se tomara un refrigerio y echara un ducados— permitirá el acceso a pasajeros de la provincia. Eso sí, siempre que seamos ordenados, limpios y no molestemos al resto de pasaje con nuestras garraficas de aceite y las cajas de chacinería varia. Y rapidito que los señores tienen prisa. Agradezcamos a su señoría que tenga a bien no diferenciar en los vagones entre pasajeros del siglo XXI y los que nos quedamos atrás, rezagados, por una mala evolución y con la cara manchada de carbón.

Se agradece una segregación no física, que tengamos la vana ilusión de ser iguales que el resto y que, incluso, podamos compartir el baño. Faltaría espacio para glosar tan trascendental decisión del ministro con el asunto de la parada en la Estación Linares-Baeza. Pronto conoceremos, seguro, los entresijos que torcieron el hierro y la madera para cambiar nuestro destino, la Historia recogerá la gesta y glosará a los héroes que lo lograron. Estaremos eternamente agradecidos, aunque el propio Talgo con destino a Madrid sea circunstancial, momentáneo, mientras la vecina Granada, tan cerca y tan lejos, se conecta a la modernidad con un AVE que Jaén no merece ni de lejos.

Somos estrechos de vía, pensamiento y obra. Debemos agradecer, por lo tanto, cada minuto que contamos con algún servicio para sentar nuestras posaderas. No valoramos, en su justa medida, que los menos de 300 kilómetros que nos separan de Madrid —la metrópoli— se hagan en tan solo cuatro horas y pico. Pruebe usted, desagradecido, a realizar el trayecto en diligencia y notará la modernidad en un tris. Un tiempo, cuatro horas y pico, que bien aprovechado, nos permitiría crecer como personas, cultivándonos en la lectura, la contemplación del paisaje, la paz interior. La velocidad del viaje no se presta a la fugacidad y rapidez del postureo de Instagram, sino a la acuarela, con su trazo seguro y la sabia mezcla de colores. Es lo que tiene la velocidad media de 70 kilómetros, que no necesitas biodramina y que te da tiempo a purgar las tesis de nuestros políticos aventajados. Puedes saltar de la de Carmen Montón (la mitad la hizo ella, cree) y elucubrar si el popular Pablo Casado tiene buena pluma, porque no le gusta compartir su conocimiento (solo en sede judicial) o comprobar si el mismísimo presidente Pedro Sánchez se marcó un Ana Rosa Quintana. Lecturas todas que invitan a entablar conversación con Morfeo.

Acotación. Como a las universidades públicas entra cualquiera, los que mueven el cotarro patentaron el máster costoso para ir dejando a la plebe atrás. Selección del capital. La otra opción es hipotecarse para dar brillo curricular e ir pagando con trabajos precarios. Buen sistema el diseñado de principio a fin a valorar el talento de pago y abrir las fronteras emigrantes al resto.

Pero no nos pongamos melancólicos, y volvamos al traqueteo de nuestro vagón. En 35 penosos años esta provincia ha perdido el 47% de los trenes con los que contaba y de 138 paradas nos quedamos en 73, según los últimos datos aportados por la Asociación de Empresarios y Profesionales Proa con los que aseguran que estamos “perdiendo el tren de la competitividad”, pero seguro que son unos alarmistas porque aquí se dan las condiciones idóneas para que un negocio prospere y las mercancías tengan una salida fácil o nuestros visitantes lleguen a nuestros puntos turísticos en hora.

Tenemos la vía estándar que nos merecemos y quién quiera “altas prestaciones” pues que se vaya a cualquiera de nuestras provincias vecinas y perderá todo el encanto de lo autóctono, viajará en trenes más modernos, pero sin el romanticismo de la aventura que supone subirse a un tren en Jaén y comprobar cómo el espacio y el tiempo juegan al ajedrez, que cantaba don Antonio Vega.