Malamente (tra, tra)

03 nov 2018 / 10:51 H.

Lo malo de la noche de los muertos vivientes es que den por hecho que vas disfrazado, que te den por finado, cuando todavía te ves rumboso. Sentir que luces palmito, que vas con las mejores galas, casi de domingo, y resulta que para el resto vas de trapillo y con un tufo al otro barrio que echa para atrás. Un “Halloween” en periodo electoral hace que veas muertos vivientes en cualquier foro o “evento”, que dicen los relamidos. Algunos sienten el desamparo orgánico de sus partidos, el ostracismo de no verse ni en las quinielas; la frialdad de no tener asiento reservado. Se sienten zombis de cuerpo presente y, a pesar de las calabazas, consideran que tienen derecho a una mejor fortuna orgánica. Cerradas las listas, se abre el periodo de desagravios y, si es oportuno, alguna “golosina o caramelo” en forma de colocaciones “exprés”, tan típico como el sol del membrillo. Están los partidos revolucionados y vuelven a la calle para pedirnos “truco o trato” y musitan maldiciones en caso de no hacerles caso o, lo que es peor, dejarnos engatusar por otro grupo disfrazado de muerte. Lo que no están, de ninguna manera, es para bromas, ellos que nos hacen reír un día sí y el otro también con sus ocurrencias, están ahora afanados en lo suyo, con la mirada perdida. A ellos, que les damos tiempo ilimitado para nuestros proyectos y obras, que nos cambian la fisonomía de las ciudades a su alegre albur y nos hacen comulgar con sus prioridades, sin embargo, ahora no están para hacer concesiones. La piel de cordero mudó, quedó atrás y afilan los sentidos porque es cuestión de supervivencia. Tienen la mirada torva electoral y de soslayo no pierden comba con el rival, pero también “vigilan” a los suyos que cualquiera te hace un “Cospedal”. Con esa enajenación transitoria ven criaturas abominables donde antes veían al amable vecino del quinto.

Solo en este contexto se puede entender la incomprensible decisión del Ayuntamiento de Jaén de vetar, negar el espacio público, al colectivo “Iniciativas, Andamios para las Ideas”, que pretendía recrear con humildes cartones un parque temático del olvido en la diáfana Plaza de Santa María. “El Cementerio de los Monumentos Olvidados” sería un muestrario de lápidas para evocar, muy al estilo gótico de Oscar Wilde, los fantasmas de la ciudad, los monumentos perdidos que persiguen nuestra conciencia ciudadana. Todos ellos borrados por la voracidad constructora, la impronta de dejar huella del alcalde de turno o, incluso peor, el mal gusto urbanístico. Es algo histórico en la ciudad, este equipo de Gobierno solo tendrá su parte alícuota de condena con su aportación a esta colección de “monstruos” con, por ejemplo, la reforma de la plaza Deán Mazas y otros deterioros arrrastrados “in sécula seculórum”. La portavoz del colectivo, Marina Heredia, ante la petición por escrito de la reserva para hacer la instalación reivindicativa, pero lúdica, recibió una llamada que no provenía del más allá, pero que era, de igual forma, inquietante: “La Plaza de Santa María está reservada para otro tipo de eventos... eventos, eventos, eventos”. El siempre inquieto escritor irlandés ya dejó por escrito que el “orden es la virtud de los mediocres” y este ramalazo autoritario solo puede ser entendido como no dar ni medio centímetro a la crítica. Sin explicación alguna pública pasará el puente de Todos los Santos y nadie explicará qué motivos tienen para no autorizar esta concentración reivindicativa que sonroja a los jiennenses en general por haber permitido la mutación de su paisaje urbano. Que la Federación Jiennense de Fútbol no autorice esta semana partidos en los campos de Las Lagunillas y Las Fuentezuelas por el peligro que supone su mal estado es para plantearnos una voladura total de la ciudad y empezar de cero. Un fin de fiesta por todo lo alto, incluso por encima de nuestras posibilidades. Se cuenta que el autor de “El retrato de Dorian Gray” se permitió el lujo de una última ronda de champán caro. Se trata de morir con dignidad. Malamente (“illo”).