Magia culinaria

15 ene 2019 / 11:49 H.

Hace algún tiempo, deambulaba de aquí para allá cuando coincidí un día con una mujer que irradiaba un don especial que llamó mi atención. Por lo que me dijo, creo que empezaba a cocinar de verdad. Observé con detenimiento el lugar en el que trabajaba y me la imaginé en un mercado amplio y limpio culminado por una bóveda de claraboya corrida a través de la cual se pasaba las horas contemplando los cuerpos celestes que, a la postre, serían los que le inspirarían el recetario de cocina que tenía pensado elaborar. Después de todo, su lugar de trabajo era como un laboratorio donde los ingredientes no eran sino los elementos químicos que, combinados con maestría y delicadeza, acabarían en el plato de los sabores únicos. Ella, cuando supo lo que quería ser en la vida, quizá desconociera las técnicas esenciales de la buena cocina, pero esa palabra afrancesada que comenzaba a destacar en el mundillo culinario era en realidad el monosílabo que encauzaría su destino. Puso todo su empeño en lograr que cada uno de los bocados que el comensal se llevara a la boca procedería de una lúcida imaginación mezclada con el polvo de estrellas que se filtraba a través de la claraboya para posarse sobre los ingredientes con los que preparaba los sencillos y sofisticados platos de cada día. Tan importante como los platos que elaboraba en su cocina era convertir su entorno en una plataforma social donde la charla y la sonrisa del cliente creara un ambiente plácido y cercano mientras degustaba la calidad de unos productos saludables que garantizaban una vida sana. La acción cotidiana de comer despliega afectos y se saborean recuerdos adheridos a ese polvo de estrellas que se desliza y origina con su magia culinaria, uno de los paladares más selectos que cualquier chef pueda imaginar. En la cocina de mi encantadora chef se adquieren buenos hábitos alimentarios y se amplía la cultura gastronómica que empieza por degustar, despacio y mejor en el paladar, cada uno de los bocados que podamos llevarnos a la boca. Quien va a comer al espacio gastronómico que el duende de la chef ha creado de la nada, pida el plato que pida, todos son de la misma categoría, lo que evidencia ese punto mágico que yo destaco de una mente privilegiada que vive y sueña para hacer bien lo que hace cada día. Al principio me pareció increíble que todas las decisiones que se tomaban partieran de la misma cabeza, aunque en honor a la verdad, tengo que reconocer que muchas de ellas estaban influenciadas aparte de una imaginación desbordante, por aquel perejil mágico que se filtraba por una claraboya que el día que la instalaron, alguien premonitoriamente, le auguró que le esperaba una vida larga y plena entre los fogones de la mejor chef que hasta ahora he conocido. Y como es de buen emprendedor crecer, desde estas líneas quiero dedicarle un cariñoso saludo al equipo que pela, tritura, hidrata, calienta, retira del fuego, agrega, remueve, disuelve, mezcla, da forma con las manos, espolvorea y atempera la fórmula de una idea original surgida de la mejor chef del mercado encantado por el que deambulo a menudo en busca de ese punto culinario que acaricie el paladar más exigente porque todo sabe a gloria. Sé que si tuviera que elegir un maestro de cocina, se quedaría con su imaginación y con la parte mágica de las estrellas.