Lengua
verde

    16 ene 2019 / 11:50 H.

    Un gorrión ha entrado en mi patio y en mi vida con total descaro. Ha ocurrido durante estas Navidades. Cada mañana he estado desayunando al sol de invierno. Solo el trinar de algunos pájaros y la ejecución perfecta de un vecino que estudia piano perturbaban la calma. Mis plantas recién regadas me susurraban complacidas. Entonces, pruebo un sorbo de café y cuando voy a darle un bocado a la tostada, ineludiblemente, aparece él para posarse en el sillón contiguo al mío. Tiene ojos grandes y hermosas plumas gris perla. Durante unos minutos de recogimiento silencioso yo dejo de masticar. Él me mira de reojo y se afila el pico en el hierro de su respaldo. Estará poco tiempo conmigo, pero no tiene ninguna urgencia por marcharse. Le pongo migas de pan sobre la mesa y él las ignora con una deliberación lucida, con una naturalidad meditada en lo que hace. En muchas mitologías el lenguaje de los pájaros era considerado un lenguaje secreto. En la alquimia a veces se le llamaba también la “lengua verde”, clave para el conocimiento perfecto. Él no canta ni emite sonido alguno. Nadie puede portar tanta belleza sin pretenderlo, ¿o sí?. Se pierde como se pierde el beso de la mañana, la voz hablada.