La primavera de Jaén

    31 mar 2017 / 10:23 H.

    El campo —¡ay campo, campo, y los cortijos abandonados!— se ha vestido con sus mejores galas, tal le sucede a la novia para decir te quiero en el altar floreado de las juradas promesas. Un abanico de suaves colores hiperrealistas le está dando fondo y forma, color y calor, a esta estación anual que le ha dado un intempestivo portazo a las tiriteras-resfriados. Vaya con Dios la friolera, el témpano de hielo colgado en el canalón. Por fin, la savia ha resucitado de su letargo invernal. En el árbol ya se oye el bebé gorrión con la boca abierta para que su mamá gorriona le llena el buche de alimento. Desde mi ventana estoy viendo a la Catedral, también vestida con el limpio azul Murillo y el oro molido del sol. La primavera de Jaén es un cuadro, quién sabe si pintado por Alfonso Parras o Miguel Ángel Capiscol, a golpe suave de pinceladas de acuarela. La acacia, el cinamomo, el almez, el olmo, el plátano de indias, el árbol del poeta, lucen sus primeras hojuelas en estas avenidas, en estos parques de Jaén, al que quiero mucho, pero menos que mañana. El olivo también quiere resucitar a la estación del amor. ¡Es primavera en Jaén, mira qué bien!