La plaga del descrédito

    17 oct 2018 / 11:18 H.

    Decía desde esta tribuna no hace mucho que eran malos tiempos para la política. Vamos a peor. Al esperpento. Y sería risible si no nos tocara directamente. Aunque, precisemos y refirámonos mejor a los políticos, porque la política como ciencia y arte para el entendimiento y el gobierno de la sociedad tiene poco que ver con la actividad de ciertos políticos; demasiados, en cualquier caso, o así lo parece cuando lo reprobable es tan visible y está en lo más alto del poder. No sé si es esto lo que nos merecemos o es una plaga que azota a España de norte a sur. En el norte, tenemos al president de la Generalitat, una marioneta al servicio del huido Puigdemont, un doctor Jekyll y Mr. Hyde, aquejado por ese trastorno psiquiátrico de doble personalidad, capaz de hacer de cabecilla y aguijar a los más radicales de los independentistas a “seguir apretando” y, al mismo tiempo, enviarles a los mossos de escuadra para sofocar sus algaradas. ¿Se puede ser más impresentable? Porque el honorable hace tiempo que lo perdieron sus antecesores. En el centro, tenemos a todo un presidente del Gobierno, ejemplo de oportunismo y de ansias de sillón, capaz de mentir a todos los españoles anunciando que convocaría elecciones de forma inmediata y, sin embargo, ahí se mantiene en el cargo, al que accedió por la puerta falsa, haciendo encajes de bolillo para conseguirlo. Con esa credibilidad y esas mañas pretende terminar la legislatura. Otro esperpento, al que mantienen incongruentes compañeros de viaje solo por sacar rédito, como es el caso de los apoyos que le presta Mr. Hyde. ¿Qué se puede esperar del diálogo entre estos dos políticos? Aun reconociendo su necesidad para el problema catalán, el descrédito de ambos los convierte en interlocutores no válidos a tal efecto. Y ya llegamos al sur, donde la plaga del descrédito, como las borrascas, ha ido perdiendo fuerza en el descenso, de forma que, comparado con lo anterior, parece nimio recriminarle a la presidenta de Andalucía un adelanto electoral innecesario, eludiendo en su argumentación lo que está en mente de todos: el propio interés para esquivar otras plagas que asolan nuestra región. Así nos va.