La España imputada

    10 jun 2018 / 10:38 H.

    Parece ser que por fin hemos superado con cierto éxito, el gravoso y triste tópico de las dos Españas, pues para nuestro pesar o nuestra alegría, y siempre dependiendo del cerro desde nos pongamos a mirar, nos cabe el orgullo de haber descubierto, gracias a nuestro tesón y porfía, una nueva España: la España imputada y olé, olé, olé. Una fecunda tierra, bien estercolada, que guardábamos en nuestros recónditos ombligos como preciado tesoro, como una joya de la corona. Y es que España da para mucho, no deberíamos de ser tan cainitas, tan autocompasivos. Esta nueva patria situada en un lugar privilegiado gracias a la misericordiosa mano de Dios, es cuando menos envidiable, digna de admiración, fruto y cosecha de los españoles que hemos llegado a vivir parte del siglo XX y XXI, sin olvidar, para no ser injustos, el acervo inculcado por nuestros predecesores, sin los cuales no hubiera sido posible culminar esta portentosa hazaña. Pero en esta vida y en consecuencia en esta tierra, no todo son mieles, y campa la envidia y el fácil descrédito por los logros ajenos, y saltan a la palestra una serie de autores, por llamarlos de alguna manera, que vienen a decirnos, sin atender a la modestia y al recato, que ellos ya conocían, ya sabían, de esta España prodigiosa recién amanecida. Que lo escribieron, expusieron y vocearon, pero que fueron ignorados, solapados e incluso despreciados (¡cucha tú que cosa!), gentes sin duda con afán de protagonismo, de mente estreñida, personajes o personajillos a algunos de los cuales me voy a permitir nombrar, aún a costa de mermar mi humilde prestigio. Me estoy refiriendo, por ejemplo a Quevedo, por ejemplo a Cervantes, Larra, Machado, Hernández, Lorca, Vallejo, Sampedro, Ángel González, Montero, Muñoz Molina, etcétera, e incluso para más “inri”, algunos gallegos, algunos extremeños, unos cuantos catalanes, y unos pocos vascos. En fin, para nuestro consuelo, lo que viene a entenderse como unos ilustres ignorantes, una caterva de presuntuosos.

    En el plano personal, indicar, que me siento en resurrección, como reinventado. Esta experiencia que he tenido la fortuna de vivir me procura renovados cimientos en la edad que sostengo, y observo en mis hijos, en sus ojos, una incipiente ilusión que antes no tenían. Es más, cuando me veo los lunes en los espejos de mi retrete, me sospecho alegremente imputado, creo que reúno el perfil, es decir, lo que viene a ser un hombre con la mirada desafiante, seguro de sí mismo y sus circunstancias; afanoso, sabedor y satisfecho con toda justicia, al conocer que la mitad de lo que tengo y la otra mitad de lo que poseo, se lo he usurpado a los demás patriotas para el albor de esta nueva España.