Jaen-lloween

    30 oct 2018 / 11:33 H.

    Hubo un tiempo en que encontrar una telaraña implicaba envolver la escoba con un trapo y sin dilación limpiar techos y paredes, por entonces una calabaza era sinónimo a un suspenso o lo que es peor, a un rechazo amoroso; las calaveras señalaban dónde había piratas (que no hacker), de un payaso solo podías esperar bondad y risas, un truco era “arrancarse el pulgar con la otra mano”, y un trato cambiar una estampa difícil por un buen taco de ellas. Sin embargo, en un futuro no lejano, estas imágenes traerán recuerdos muy diferentes. Y no es que el cambio deba asustarnos, todos preferimos un Mp3 a un casete, y clicar en un icono a literalmente colgar el teléfono (sí, pequeños lectores, se colgaba para finalizar la llamada). Importemos lo que nos aporta, exportemos el resto. Que los anglosajones sepan lo que es una ciudad oliendo a gachas, huesos de santo, buñuelos, pestiños o migas; menos escaparate hollywoodiense y más sierra, dominó, perol y bicicletas para coger castañas. Mantengamos nuestra herencia, pues un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir, como decía Lleras Camargo. Honremos a nuestros muertos y sus tradiciones; que para dar sustos ya tenemos parlamentarios.